He estado un par de semanas sin ordenador y oye, de repente, como que me cunde muchísimo el tiempo después de que los peques se duerman, y me da tiempo a hacer de tooooooodo.... ¿por qué será? ;) Aprovechando esta circunstancia de “estiramiento de tiempo”, que ha acabado tras la reparación de mi ordenador, me acabe el libro “Bajo presión” de Carl Honoré que llevaba bastante tiempo en mi mesilla y que os quería recomendar ahora que ya se van acercando los Reyes.
El autor, Carl Honoré es un periodista conocido sobre todo por su libro “Elogio a la lentitud” donde habla de los movimientos “slow” que quieren recuperar la tranquilidad a la hora de vivir la vida. No es que quieran hacer todo a paso de tortuga reumática, sino que lo que estos movimientos reclaman es el derecho a vivir la vida sin prisas, dándole a cada cosa el tiempo que necesita. Estos movimientos se han extendido por todos los ámbitos, la cocina, el trabajo, los deportes...y sí, también la educación y crianza de nuestros hijos. La llamada paternidad slow.
La infancia de muchos niños de todo del mundo se ha convertido en un proyecto para sus padres. Proyecto que por supuesto tiene que ser exitoso ya que la competencia en este mundo es muy ardua y porque además el éxito de nuestros hijos se refleja en los padres. Empezamos por poner una peli en inglés cuando tienen un día, para que “vayan haciendo oído”. Llenamos sus tardes y fines de semanas de actividades. Les chillamos desde el banquillo para luego revisar las jugadas de camino a casa y ver donde se puede mejorar para que la semana que viene parezcan Ronaldo. Y acabamos, como en un caso que cuenta el libro, como un padre que drogó los contrincantes de su hijo que jugaba al tenis para que ganase. En toda esta búsqueda para que los peques se desarrollen en todas las facetas y “saquen lo mejor que tienen dentro” nos olvidamos de algo fundamental, el dejarles ser niños. Pero hay todavía esperanza....
Honoré nos invita a parar, a reflexionar y ver que lo importante es darle a nuestros hijos el tiempo y el espacio que necesitan para desarrollarse como niños, sin prisas, sin agobios y sin competitividad. Sólo hay que dedicarles mucho tiempo y seguir nuestro instinto.
Me ha gustado mucho el libro porque es una invitación a pensar y a tomar nuestro camino sin seguir lo que hacen los demás. Eso se agradece en estos días donde parece que criar a un hijo es cuestión de ir aplicando métodos y formulas estándar. La lectura se hace muy amena debido a el gran número de anécdotas y de estudios.
Por supuesto en este tipo de libros siempre hay alguna cosa en la que no estoy completamente de acuerdo, jeje, como con algunas frases del estilo “no pasa nada por decir “por que lo digo yo” sin dar más razones”, que no casan mucho con mi forma de ver la crianza. Pero fueron pocas. Lo único que no me ha gustado de verdad, ha sido la traducción al castellano. Con todos mis respetos, me pareció que el autor doblaba y forzaba muchas veces el castellano para seguir las construcciones lingüísticas del inglés al pie de la letra, resultando en muchas frases con una gramática extraña que hace que la lectura no sea tan fluida como debería ser. Pero traducir es complejo. Lo sufro diariamente en mis carnes usando tres lenguas diferentes al día ;)
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