30 de mayo de 2013

Necesidades de una mujer de parto


Tenemos tres cerebros en uno; parece un disparate, pero es real. Según los estudios de McLean, el cerebro de los humanos tiene tres niveles: el reptiliano, el mamífero primitivo (sistema límbico) y el superior o neocortex. Cada uno de ellos tiene diferentes funciones, y pueden actuar paralelamente o bien interrelacionarse el uno con el otro.

El reptiliano es el más primitivo, su función es coordinar o modular las respuestas a las necesidades más básicas: supervivencia, sexualidad,alimento...

Seguidamente, en sentido evolutivo, está el cerebro mamífero primitivo, es el emocional. De él depende la capacidad que tenemos los mamíferos de crear vínculos emocionales: madre-hijo; hombre-mujer; niño-familia/sociedad...Además está muy implicado en respuestas nerviosas, endocrinas entre otras. La “inteligencia emocional” que tan de moda se ha puesto en los últimos tiempos tiene que ver con esta parte de nuestro cerebro. Es la responsable de nuestra capacidad de sentir, crear vínculos, convivir pacíficamente.

Por último el neocórtex, es la parte exclusivamente humana. Es la parte racional,la sede del intelecto; y es capaz de modular y coordinar las otras dos estructuras que son evolutivamente inferiores.

Y os preguntareis: ¿Y esto que tiene que ver con el parto? Pues todo.

En la sociedad actual hemos tomado una postura en la que parece que tenemos que controlar todo, nuestras emociones, los actos, nuestras reacciones ante acontecimientos inesperados. Nos importa muchísimo nuestra imagen, y lo que los demás vean en nosotros, cómo nos mostramos al mundo. Además parece que la tecnología tiene que estar siempre presente si queremos estar en la onda; y desgraciadamente estamos metiendo en el mismo saco todas las facetas de la vida: el parto incluido. Ese es un error descomunal que está pasando factura.

Dar a luz es un proceso instintivo, involuntario dirigido por el cerebro mamífero primitivo. Las hormonas que se liberan durante el parto (oxitocina y endorfinas, entre otras), tienen entre otras funciones la de dejar el intelecto de la mujer en “off”, para que se pongan en marcha todos la cadena fisiológica que tiene como resultado el nacimiento del bebé.

La simple activación del neocórtex inhibe todo lo anteriormente explicado; y ésto es tan fácil como hacerle una simple pregunta a la mujer, encender luces, hablar en voz alta, el considerar el cuerpo de la mujer como el campo de trabajo de otros profesionales; ponen a la mujer alerta, se siente amenazada. De esta manera libera adrenalina, dejando totalmente inhibidas a las hormonas que favorecen la normal progresión del nacimiento. Como consecuencia el parto se vuelve lento, se para, siendo peligroso para ambos (mamá y bebé), y puede acabar en cesárea, instrumental y/o con riesgo de pérdida de bienestar fetal.

Esto se entiende si nos imaginamos a una gacela que está pariendo en el bosque, si oye un ruido que puede suponer una amenaza para ella y para su cría,el proceso se frena se libera adrenalina que le impulsa a correr y a escapar del cazador, por ejemplo.

En la historia se han recogido testimonios de cómo parían las mujeres antaño, y en antropología se ha publicado bastante de las mujeres en poblados más primitivos: siempre se aislaban, se alejaban y muchas parían en solitario o acompañadas de otras mujeres expertas en la maternidad.

Las principales necesidades que tiene una mujer de parto son tan sencillas como tener luz tenue, un lugar acogedor, no sentirse observada, silencio, mínima estimulación táctil, sonora e intelectual, sentirse segura, libertad para manifestar su dolor... Nada tiene que ver con alta tecnificación.

Publicado en Matrona Madrid

28 de mayo de 2013

La depresión post parto

¡Ya eres mamá!. Has tenido un parto estupendo, ni siquiera te han hecho episiotomía (y eso hay que celebrarlo mucho, mucho) y tu bebé es precioso, está sano y mama como un campeón. Te han dado el alta y ya no tienes entuertos. Los loquios de los tres primeros días ya no son tan alarmantes y además tienes la suerte de vivir en España, así que “papi” puede estar contigo los quince días de vacaciones que le corresponden por estrenarse en el cargo.

Todo es genial. Y sin embargo estás cansadísima y no puedes parar de llorar. Bien, como viene siendo costumbre durante el embarazo te diré las palabras mágicas: es normal. Más o menos. Tienes lo que los ingleses llaman baby-blues, una especie de depresión post-parto leve que sucede unos pocos días tras el nacimiento.

Y es que traer al mundo a un hijo agota. Tras el parto los niveles hormonales sufren un cambio drástico. La placenta deja repentinamente de producir progesterona, los ovarios comienzan de nuevo a funcionar aumentando la producción de estrógenos y otras hormonas del ciclo sexual y la hipófisis empieza a fabricar la prolactina necesaria para mantener y asegurar la lactancia. El cambio es brusco y no te avisa. Los expertos aseguran que todo este maremagnum hormonal afecta a los niveles de neurotransmisores como la serotonina, que regula los estados de ánimo. Y además está ese bichito que te mira como preguntándote ¿y ahora qué? ¡Cómo si tú lo supieras!

Es pasajero. Una vez el equilibrio se haya reestablecido, todo debe volver a la normalidad, si es que una casa con un bebé se puede considerar algo más allá de caótica. El bichito sigue ahí y cuanto más grande se hace más constancia deja de su presencia, eso sí.

Mientras tanto procura descansar. Un bebé muy pequeño demandará tomas frecuentes, tanto si toma pecho como si toma biberón. Aprovecha para dormir siempre que él duerma, casi nunca lo hará más de tres horas seguidas -ni de día ni de noche, muchas veces ni siquiera tanto- hasta que no pasen unos cuantos meses. Dar el pecho, como para casi todo, te vendrá bien. El contacto piel con piel con tu hijo y la lactancia materna aumentarán tus niveles de oxitocina, que también influye en el estado de ánimo. Y mantendrá los estrógenos a raya, al menos durante un tiempo, además de ayudarte a perder peso, la autoestima también es importante.

Para recuperarte cuanto antes descansa todo lo que puedas y olvídate de la plancha, de la compra y de atender a las visitas. Para eso está papá. ¿O es que de verdad se creía que los 15 días eran de fiesta?. Procura reirte y tomarte las cosas con humor.

Y cuando acaben las dos semanas y papá se vuelva a trabajar “como alma que lleva el diablo” (no dejes que lo haga antes, mejor si además se puede coger algún día de esos de libre disposición, mudanza o lo que se le ocurra), pues tiras de teléfono. Al fin y al cabo ¿para qué otra cosa puede servir una suegra?

Si el mal estado de ánimo persiste más de 15 días, se agrava con trastornos en el apetito, insomio, sensación de abandono, o reaparece un par de meses después del parto, consulta con tu médico.

Extraído de Ser mamás

26 de mayo de 2013

Bajo presión

Criando Múltiples gemelos mellizos carros gemelares crianza positiva

Carl Honoré es el escritor escocés que con su libro “Elogio de la lentitud” influyó en el nacimiento y la extensión mundial del movimiento SLOW.

Años después, y a raíz de una experiencia personal con su hijo al que diagnosticaron “superdotado artísticamente”, pero que se negó a asistir a academias especiales y optó sólo por disfrutar dibujando, el autor emprendió un viaje de dos años por toda Europa, América y Asia analizando la situación de la infancia en la actualidad.

Visitó colegios, guarderías, clubes deportivos, laboratorios y ferias de juguetes; se entrevistó con profesores, entrenadores, concejales, publicistas, policías, terapeutas, médicos y muchos expertos en desarrollo infantil, habló con cientos de padres y de niños, y seleccionó las últimas investigaciones científicas.

Y el resultado de ese trabajo se titula “Bajo presión: cómo educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente” y es un toque de atención y una denuncia al “SECUESTRO ACTUAL DE LA INFANCIA” en un mundo consumista y perfeccionista, pero alejado diametralmente de las verdaderas necesidades de los niños.

El libro no es un manual de crianza ni de educación, sino una radiografía de la situación actual, un alegato en favor del sentido común a la hora de criar a los hijos, de la importancia de la PRESENCIA de los padres, pero ocupándose y no preocupándose por los niños, y un llamamiento a frenar la presión social y los mensajes confusos de la industria publicitaria y de los medios de comunicación que no buscan la felicidad y libertad de los pequeños, sino su adoctrinamiento.
“La pérdida de confianza en la capacidad de educar a nuestros hijos sin recurrir a los manuales. En realidad, todos conocemos a nuestros hijos mejor que nadie, pero la cultura del perfeccionismo nos insiste en que en algún sitio hay una receta perfecta para educarlos, y eso es un mito, una mentira”

“La ONU advierte de que uno de cada cinco niños sufre algún desorden psicológico, y en Gran Bretaña cada 28 minutos un adolescente trata de suicidarse”
A continuación explicamos las 11 IDEAS PRINCIPALES de Bajo Presión:

1. Exceso de perfeccionismo y de vanidad en la educación. Se busca llenar la agenda de los escolares hasta límites abusivos de clases extra-escolares, deberes y actividades con prestigio que solo cansan y “machacan” a los niños y que, en muchos casos, refuerzan el ego de los padres que proyectan en ello posibles frustraciones personales.

2. Exceso de academicismo (hemisferio izquierdo) y poco espacio para trabajar las emociones y la libertad personal de los pequeños (hemisferio derecho).

3. Crítica a los materiales pedagógicos que prometen “genios”: tema que posteriormente se ha confirmado con el reembolso masivo de dinero a los compradores de “Baby Einsten” en EEUU.
“El mito central es que si una cosa es buena para el niño, más y más pronto es mejor. El famoso efecto Mozart (unos investigadores averiguaron en los años 90 que escuchar música de Mozart mejoraba el razonamiento espacial de los universitarios) inundó las guarderías de música de piano, incluso los hospitales del estado de Georgia enviaban a todos los bebés a casa con un CD con piezas de Bach y Mozart. Resulta que ese efecto no dura más de 20 minutos y no hay prueba alguna de que afine el cerebro de los bebés”
4. Reivindicación del papel del JUEGO como prioritario para aprender a vivir: un discurso similar al que vimos con el experto Francisco Tonucci en “Se aprende más jugando que estudiando”.
“Los juguetes educativos que prometen muchos beneficios cognitivos al coste de 50 o 90 euros. Se ha demostrado que el juego básico, puro, sencillo, que hace un niño con un lápiz y un papel o una caja de cartón es mucho más fértil, sano y útil para su desarrollo cerebral. Pero hemos comprado la idea de que para que las cosas sean buenas tienen que costar más dinero, ser sofisticadas y llevar una marca. Existe una cierta arrogancia en esta generación, creemos que el mundo ha cambiado y que tenemos que cambiar la infancia”.
5. Denuncia feroz al marketing infantil que seduce y confunde a los niños a edades realmente precoces y que condiciona su comportamiento.
“El consumismo ha entrado sigilosamente en cada rincón de las vidas de los niños, algo que parecía intocable. Sólo el simple hecho de dormir en casa de una amiga se ha convertido en estos momentos en una oportunidad para empresas publicitarias como la Agencia de Inteligencia Infantil, que patrocina fiestas en las que las adolescentes prueban nuevos productos y rellenan cuestionarios. Los trabajadores de McDonald’s visitan los hospitales para entregar a los niños juguetes y globos, así como folletos para promocionar su comida. Juntando estos datos, estimamos que muchos niños ven hoy día unos 40.000 anuncios al año”
6. Elogio al modelo educativo finlandés por sus resultados positivos, por retrasar la escolarización, por no tener deberes, por la formación de sus profesores y por la colaboración entre todos los estamentos sociales.
“El sistema finlandés antepone las necesidades de los niños a los ambiciosos deseos de padres y burócratas; tiene sus puntos débiles, pero demuestra que los niños que empiezan en el colegio formal con 7 años pueden ser muy exitosos, no hace falta que empiecen en párvulos”

“Sí, pasan menos horas en el colegio que cualquier otro sistema en el mundo, tienen menos deberes, y otra forma de evaluar el aprendizaje, basada en la autoevaluación y los informes de los profesores, que son muy elaborados. Fuera del colegio no existe la industria de clases particulares, por tanto los chicos tienen mucho más tiempo para relajarse y también para procesar lo que han aprendido en el aula. Los maestros tienen una formación genial y los padres y los burócratas les tienen confianza, no tienen que estar pendientes de lo que dice el Ministerio de Educación en cada momento, tienen libertad para trabajar con sus alumnos. Está muy bien que los alumnos aprendan tecnología suficiente e idiomas para enfrentarse al mundo, pero lo más importante es crear niños y luego adultos con pasión por aprender, descubrir, seres humanos completos.
7. Crítica a la cautividad a la que se somete a la infancia-juventud que va “de casa al cole atada en el coche” y a la que no se le permiten juegos de expresividad como antaño, lo que favorece el exceso de sendentarismo y la obesidad.

Esta estricta supervisión llega al extremo de que algunos padres controlen al milímetro la vida de adolescentes y universitarios: elección de la carrera, instalaciones, trabajos, etc. El autor los llama “padres helicópteros” que planean sobre sus hijos asfixiando su capacidad de decisión, la conexión con su interior y la inmadurez.
“Cuando los adultos controlan al milímetro la infancia de los niños, éstos pierden todo lo que da satisfacción y sentido a la vida: pequeñas aventuras, disfrutar del sentimiento anárquico, viajes secretos, juegos, contratiempos, momentos de soledad e incluso de aburrimiento. Sus vidas se convierten en extrañamente sosas, sin logros personales y en cierta medida aburridas y artificiales”

“Sí, las preocupaciones sobre la seguridad de los niños han llegado al paroxismo. Otra escuela de enseñanza primaria de Attleboro, Massachussets, concluyó que el corre que te pillo suponía un riesgo para la salud y lo prohibió, le imitaron varios colegios. En muchas escuelas de Canadá y Suecia se han prohibido las peleas con bolas de nieve por cuestiones de seguridad. Profesores de todo el mundo informan de que, cuando las clases se van de excursión al campo, algunos padres les siguen en coche para asegurarse de que el pequeño está bien”
8. Burla al exceso de manuales y consejos de educación tipo Super Nanny porque hacen perder la confianza de los padres en sí mismos. Aquí habría que matizar o profundizar, porque en un mundo donde el instinto está muy atrofiado y el conocimiento social de las necesidades de los bebés/niños pequeños es escaso y equivocado, acceder a unos buenos libros/referencias de crianza puede ser útil e importante.

9. Denuncia de la MEDICACIÓN INFANTIL y la pandemia de consumo de Ritalin, la mejor metáfora de este secuestro de la infancia al que se refiere el autor en toda su obra.
“Hemos profesionalizado la paternidad, todo muy bien intencionado, pero no funciona. Para mantener el ritmo de ese exceso de actividad y exigencias sociales, los niños acaban medicados. El famoso Ritalin, un psicotrópico para frenar la hiperactividad, ha llegado a niveles epidémicos (más de seis millones de niños lo consumen en EE.UU.). Y hay un dato relevante: la depresión, la ansiedad infantil, el abuso de drogas y el suicidio son fenómenos más comunes en las clases adineradas que en las clases más humildes”

“A muchos niños se les diagnostica déficit de atención e hiperactividad por motivos equivocados: en la actualidad, antes que cambiar el entorno donde vivimos, preferimos alterar nuestros cerebros para que se adapten al entorno. Consideramos la timidez, la tristeza, la duda, la culpa o la ira como enfermedad en lugar de rasgos inherentes a la condición humana. De hecho, cada vez más padres llevan a sus hijos de uno o dos años al psicoterapeuta para que les curen las rabietas”
10. Defensa de que los padres pasen MÁS TIEMPO con sus hijos, una demanda imprescindible que se extiende entre los profesionales y los padres como vimos en este manifiesto.

11. Defensa del SENTIDO COMÚN, la flexibilidad, el amor, el respeto y la toma de conciencia de que nuestros hijos no son “trozos de barro a los que moldear” a nuestro gusto, sino personas a las que acompañar en la vida. En este sentido, nosotros aconsejamos la lectura del libro gratuito de Cristina Romero “Pintará los soles de su camino”.

En resumen, un buen tirón de orejas a una sociedad que navega con la brújula estropeada y que muestra con su “niños hiperactivos, deprimidos, obesos, violentos e insatisfechos” que ha llegado el momento de cambiar de rumbo.
“Hay que recuperar la confianza, dejar de lado el ruido, el pánico de fuera y buscar nuestro propio equilibrio. Todos los padres tienen la sensación de que están en la locura, pero todos tenemos miedo de dar el primer paso: “Si yo reduzco la presión, mi hijo fracasará”, así que es bueno conversar con otros padres y sumar. Pero mi conclusión es optimista, nos estamos dando cuenta que hemos perdido el norte y de que ha llegado el momento de agarrar el péndulo y devolverlo al centro”
Extraído de El blog alternativo

24 de mayo de 2013

Los errores más comunes en la educación emocional de los niños


Nunca se privilegia lo suficiente el desarrollo emocional de nuestros hijos; tal vez se cree que con amarlos alcanza. Son muchos los padres, abuelos y adultos en general que están convencidos de que sentir amor basta para que el niño se sienta amado, pero esto NO es así.

Si observamos, vemos que sentir amor no siempre es sinónimo de cuidado, valoración y respeto hacia el otro, y esto tiene que ver con nuestra humanidad. Habitualmente no nos detenemos en nuestras emociones y cómo impactan en nuestra vida y en la de los otros. Simplemente sentimos, sin tener en cuenta cómo se relaciona lo que se siente con lo que se piensa y con lo que se hace.

Muchas veces escuchamos decir: “Con Fulanito me llevo a matar, pero lo quiero tanto” y ahí se terminó el tema, como si no hubiera nada más que hacer. Esto es en general todo lo que se sabe de las emociones: se sienten y listo. No entendemos para qué están, ni qué podemos hacer con ellas. Qué poca injerencia tenemos sobre este eje central de nuestra vida. Hacernos más conscientes y responsables de nuestras emociones nos sería, sobre todo, funcional.

Imaginemos ahora que si los adultos estamos tan afectados por las dificultades emocionales en nuestros vínculos, cuán afectados estarán los niños que dependen de nuestro amor para vivir.

En un mundo que cambia constantemente y en el que cada vez son más las posibilidades de elección, qué mejor que brindarles a nuestros hijos, entre otros beneficios, una fuerte consistencia interna basada en una autoestima real, un sentimiento de seguridad y confianza profundo y arraigado y la capacidad de generar vínculos amorosos fuertes y duraderos.

Observemos estos 10 errores que por ser comunes no son tomados en cuenta pero que dejan marcas poco deseables en el aparato psíquico de las personas.

1. Comparar
La comparación es verdaderamente urticante, una puñalada a la autoestima de cualquier persona y, mucho más, en la de un niño. Estamos tan acostumbrados a comparar que lo hacemos naturalmente, sin darnos cuenta. Siempre tenemos que ser parecidos a alguien o diferentes de alguien pero nunca simplemente ser uno mismo. Cuando se compara, se generaliza, y no se tiene en cuenta la especificidad del otro, que no es un dato menor. El que de esa comparación sale perdedor no sólo queda en falta sino que también queda solo.

La comparación siempre excluye algo y el camino más funcional no es excluir sino aceptar. Aceptando sumamos, unimos y miramos de forma más completa y realista.

Vivir en un ambiente donde se sienten emociones negativas hacia uno mismo o hacia otros, como la culpa por no alcanzar una meta o el rechazo por que simplemente algo no me gusta, no aporta nada al crecimiento y al desarrollo del niño.

2. Juzgar
Cuando juzgamos estamos definiendo la imagen del niño, que está en formación. Su seguridad y su autorrespeto dependen de esa imagen. Cuando juzgamos negativamente, castigamos, avergonzamos y disminuimos, abusamos de nuestro poder como adultos. Con este trato el niño no se sentirá amado sino atacado y levantará defensas que obstaculizarán la fluidez que debiera tener el vínculo. Es bueno hacerle saber cuando algo de lo que hace no nos gusta y expresar nuestros sentimientos reales abiertamente, pero no hace falta agregar que es un mal educado, inoperante, agresivo, etcétera. Si no nos gusta que tenga su cuarto desordenado podemos decirle: “Juanito, no me gusta como tienes el cuarto, yo no quiero andar ordenando tus cosas”, pero evitemos catalogarlo de vago, sucio, o lo que creamos en ese momento que es él. Tengamos en cuenta además que ni él (ni nadie) es sólo lo que hace.

Tampoco los juicios positivos son hacedores de una buena autoimagen, ya que cuando no se adapte a esa imagen lo que quedará es un juicio negativo.

3. Mentir
Ataca directamente la confianza básica, y como consecuencia hace que desconfíe de su percepción, crea desconfianza interna, o que desconfíe del otro, del de afuera. En ambos casos produce un sentimiento de inseguridad y desconfianza general o básica.

La mentira confunde en el mejor de los casos y enloquece en el peor. Los chicos deben ser criados en un ambiente verdadero, auténtico, que brinde confianza y seguridad. En el que las cosas se expresen tal vez acomodando las palabras o simplificando situaciones pero sin falsear. Es decir: puedo adaptar el cómo digo las cosas, pero no mentir. La confianza es el sentimiento por y con el cual uno puede tomar riesgos y crecer en la vida.

4. Estar y no estar
Los chicos necesitan enormes dosis de atención pero no de cualquier atención, sino de la verdadera. Para que se sientan realmente amados, ellos requieren de encuentros auténticos en el aquí y ahora. Si yo estoy en el ordenador mientras él juega yo puedo sentir que estoy con él pero él puede sentir que no estuve, por lo menos de la manera que él necesita que yo esté. Él siente que estoy cuando comparto sus actividades de manera interesada, disfrutando junto con él de ese encuentro. Esto es calidad de tiempo en lugar de cantidad. Él se sentirá digno de amor si le brindamos el tiempo para estar por completo con su persona. Cuando los padres estamos “en otra”, ellos lo pueden percibir como falta de amor. Generar un hábito de este tipo de encuentros con nuestros hijos es extremadamente importante para que ellos sientan que son amados por esa persona.

Muy importante es en nuestros vínculos amorosos tener en cuenta qué es lo que el otro específicamente necesita. Muchas veces damos un abrazo o hacemos cosas creyendo que es lo que el otro quiere o necesita de nosotros sin preguntar o mirar si en verdad es eso.

5. Reprimir sus emociones
Cuando no aceptamos los sentimientos del niño, lo dejamos solo con sus emociones. Si los juzgamos: “No Juano no seas tonto, ¿por qué lloras?”; si los negamos: “No mi amor, no pasó nada”; si aconsejamos: “Lo que tienes que hacer es no prestarle más los juguetes”… Ninguna de estas formas es útil realmente para enseñarle a transitar la emoción y darle cauce. Él debe sentir que sus emociones le son propias. Que tiene derecho a sentirlas y son aceptadas. De lo contrario, la imagen que tiene de sí disminuirá, intentando reprimir o disfrazar lo que siente.

Estas emociones reprimidas no desaparecen, sino que quedan sin curso, suspendidas como telón de fondo. Afectarán su cuerpo en forma de energía reprimida, su intelecto en forma de cogniciones distorsionadas y, obviamente, su emocionalidad. Como consecuencia, afectarán sus actos.

Lo que necesitamos hacer con ellas es aceptarlas para poder entender qué nos dice esa emoción. Esta es la mejor manera para que las emociones sean, en realidad, lo que son las voces de nuestro mundo interno que informan acerca de nuestras necesidades más íntimas y especificas, a las que sólo yo puedo responder. Las emociones del niño sólo deben ser limitadas en cuanto a con quién, cuándo y dónde se expresen, pero no en sí mismas.

6. Coartar el aprendizaje
El niño es un explorador nato y los padres tenemos mucho que aportar para que este recurso se desarrolle. Sabemos que un crecimiento intelectual óptimo está íntimamente relacionado con un óptimo crecimiento emocional. Como consecuencia, el niño no va a aprender si no hay un ambiente emocional adecuado para hacerlo. Si no hay un clima que lo habilite a investigar. Si cada vez que Juan pregunta, respondemos con pocas ganas, cada vez que toca algo se lo sacamos diciéndole “no porque está sucio”, cada vez que hacemos las cosas por él porque lo hacemos más rápido y mejor, entonces Juan aprende que curiosear crea problemas y comienza a desestimar su impulso explorador. Debemos fomentar la necesidad de investigar y la curiosidad de los chicos.

Cuanta más experiencia haga, más conocedor será de su mundo, lo que aumentará su seguridad y confianza. Dentro de límites seguros, los niños deberían interactuar sin interferencia con el mundo. La autoestima del chico crece cuando recibe el mensaje de que su curiosidad es importante, y uno estará allí para ayudarlo y acompañarlo en sus experiencias exploradoras.

Apoyamos su aprendizaje cuando le damos experiencias dentro de un marco seguro, un amplio lenguaje, experiencias exitosas de resolución de problemas y una actitud de valoración del aprendizaje y la independencia.

7. No brindar crecimiento exclusivo
Se trata de que el niño sienta que sus tiempos de crecimiento son aceptados por los padres. Darles la libertad y confianza de crecer de acuerdo a su manera única y exclusiva. Confiando en su naturaleza. Cuando el niño hace algún retroceso en su aprendizaje debemos entenderlos como parte natural y por lo tanto importante de ese proceso. Como el dormir es parte del estar despierto. Muchas veces tratamos de forzar el crecimiento mediante prohibiciones, o creando ansiedades que son innecesarias.

8. La desautorización permanente
Esto es quitarle la libertad de ser dueños de sus emociones, deseos y pensamientos. Son incontables las formas en las que les decimos a los niños lo que deben sentir, y el mensaje que ellos reciben es que sus emociones son inadecuadas, que algo en ellos anda mal y los “ayudamos” a sentir lo que creemos que tienen que sentir. La seguridad psicológica se resiente cuando uno no puede sentir o pensar libremente y hacerse dueño de eso que le pasa. A diferencia del hacer, donde la libertad sí debe ser restringida. Respetar las emociones es respetar la integridad y consistencia de esta persona en formación. Muchas veces tratamos de programarles emociones a los niños exigiéndoles que acomoden sus sentimientos a los nuestros y enojándonos cuando esto no ocurre. Decidimos cuánta hambre tiene, las cosas que le gustan y las que no, lo que debe sentir o pensar. El respeto por la diferencia prueba nuestro real interés por el niño como persona. Debemos respetar las diferencias sin que esto vaya en detrimento de la aprobación, es decir que a Pablo puede no gustarle el fútbol y no por eso ser un extraterrestre o poco macho, etcétera.

9. No empatizar
Empatizar tiene que ver con la capacidad de mirar las cosas desde el lugar del otro. Cada ser humano tiene su propia manera de organizar la experiencia y esta originalidad debe ser conocida y respetada por los padres. De esta forma podemos decir que realmente conocemos a nuestro hijo ya que conocemos su mundo interno. En verdad poco y nada sabré de él si no me tomo el trabajo de ponerme en sus zapatos.

Conocer sin juzgar genera la posibilidad de brindarle específicamente lo que necesita. Alimenta la comunicación libre y espontánea, los hace excelentes comunicadores, incrementa la intimidad, genera que cobre sentido su comportamiento y, por lo tanto, en muchas ocasiones ya no me fastidie, elimina la soledad. La empatía es una poderosa prueba de amor y respeto profundo a su integridad y especificidad como persona. Nos dará las herramientas para sacarlo de cualquier situación alienante.

10. No demostrar nuestro aprecio
¿Cómo nos sentiríamos frente a cada situación si de antemano el otro me demostrara cuánto me aprecia y cuán importante y valioso soy para él y me tratara con el respeto y la cortesía acordes? Creo que esa actitud sacaría lo mejor de mí, me predispondría de la mejor manera. Esto me ocurriría si lo hace un desconocido pero, si además es una persona a la que yo quiero y respeto, eso si me haría sentir muy bien acerca de mí misma. Si esto sucediera, no solo una vez por año sino sistemáticamente durante un mes entero, ¿cómo estaríamos sintiéndonos con respecto a nosotros mismos? ¿Y cómo crecería nuestra relación? Pensemos el efecto que podría causar en un niño cuando la persona más amada e idealizada, de la cual depende para vivir, lo trata de esta forma. Muchas veces y por más que sean lo más importante del mundo tratamos a los niños no sólo sin la demostración del amor que les tenemos sino como si fueran ciudadanos de segunda. No los tenemos en cuenta, no los escuchamos, minimizamos temas que para ellos son importantes, los avergonzamos frente a otros, los juzgamos. Hay una larga lista de hechos que hacen que les faltemos al respeto infinidad de veces. El punto es no hacerle al niño lo que no nos gusta que nos hagan a nosotros.

Conclusión
Si esto lo aplicamos no sólo con nuestros hijos sino con nosotros mismos y en nuestros vínculos nos aseguraríamos una buena dosis de equilibrio, consistencia emocional, autenticidad, respeto y amor en nuestras vidas. Este tratamiento de nuestra emocionalidad y la de los otros es tremendamente eficaz.

El primer punto es ver cuánto impactan nuestras emociones y especialmente el sentimiento de amor, seguridad y confianza en nuestros problemas. Debemos darnos cuenta de lo importante que es nuestra seguridad emocional y saber cómo brindarla. La piedra basal del amor que alimenta y permite el crecimiento es el sentimiento de seguridad psicológica: la base de la seguridad es la confianza.

Solange García Bardot

22 de mayo de 2013

Diez errores que cometemos al educar a nuestros hijos


1. No escuchar al niño: es bastante habitual que en muchas ocasiones no les demos tiempo suficiente a explicarse o a expresarse, cortándoles o siendo autoritarios o dando por hecho ya lo que nos van a contar sin darles la oportunidad para ello. Déjalo hablar, ten paciencia.

2. No reconocerle sus virtudes o puntos fuertes: parece que muchas veces solo nos fijamos en sus fallos o defectos para intentar corregirlos, y sin embargo nos olvidamos de alabarle las cosas que hace bien o sus puntos fuertes. El halago es un arma muy fuerte en su educación.

3. Hay que respetar su personalidad: cada niño es único y diferente. No tenemos por qué educarle para que haga lo que el resto de los niños. Cada uno elige su camino, sus objetivos y propósitos, por lo que no todos los niños deben ser iguales.

4. Sobreprotegerles: es un error bastante común. La sobreprotección se produce por el temor de los padres a que le pase cualquier cosa al niño, desconfiando de su propia valía y acarreándole unas serias consecuencias. Hay que darle autonomía en su justa medida.

5. Acostumbrarles a que les hagan todo: son aquellos padres que hasta les siguen partiendo el filete cuando el niño tiene 9 años… A los niños hay que enseñarles a valerse por sí mismos, tienen una edad para aprender cada cosa, y cuanto antes lo aprendan mejor, sin apresurarse tampoco, claro.

6. Gritarles: por desgracias recurrimos al grito más de lo que debiéramos en muchas ocasiones. Los gritos les acarrean muchas consecuencias negativas.

7. Cuando hay hermanos, intentar educarlos igual: una cosa es que al haber hermanos intentemos transmitirles los mismos valores, que es lo correcto, y otra cuestión es que intentemos que sean iguales en todo, que no es correcto. Como ya os he indicado antes, cada niño es distinto, y se debe educar en la individualidad. Un hermano tendrá unos puntos fuerte y otros débiles que habrá que corregir, y en otro hermano habrá otras cuestiones a limar.

8. Compararles: algo a lo que recurrimos constantemente. Mira tu hermano como…, si fueras como tu primo que…, mira Luis tu amigo lo bien que… Debemos evitar las comparaciones, cada niño es de una manera, y a lo mejor otro es mejor en esto o aquello, pero tu hijo lo será en otra cosa. Ellos ya saben compararse y usar sus propios modelos, no debemos atormentarles con continuas comparaciones todos los días.

9. No limitarlo en cosas sin verdadera importancia: está claro que si tu hijo te hace un buen dibujo en la pared de casa no está bien y te vas a enfadar, pero sopésalo, piensa si el dibujo es bueno, si es más importante la pared o la creatividad de tu hijo… No lo grites, corrígelo y dale los medios para que haga sus creaciones en el lugar adecuado. La creatividad, la imaginación y darle cierto margen de actuación, es muy importante para que tu hijo aprenda, explore y descubra poco a poco sus intereses, capacidades y limitaciones.

10. No comunicarnos: da igual la edad y el tema. La cuestión más importante a la hora de educar a un niño es hablar con él y que él hable contigo. De sentimientos, de temores, de dudas, de amistad, de sexo… una buena comunicación creará un buen vínculo entre padres e hijo.

La imagen es del blog Mamá pata y sus patitos

20 de mayo de 2013

Tres generaciones de matronas


Andrea Rojas Gómez mantiene una memoria envidiable a sus 87 años. Ella, su hija, Mª Josefa Rodríguez Rojas; y su nieta, Ainhoa Liaño, todas matronas, son el testimonio vivo de una sociedad y una profesión que han evolucionado mucho durante más de medio siglo de Historia. Sus vivencias como matronas sirven para ver los cambios que se han producido en la maternidad española.

Cuando se le pregunta a Andrea cómo ha cambiado la profesión en estas décadas, afirma con rotundidad que mucho. "Ahora hay muy pocos partos a domicilio, aunque yo creo que deberían continuar con esa práctica porque los de antes eran partos fisiológicos, no había tantas cesáreas ni tantos partos prematuros. Ahora la mujer llega muy pronto al hospital, y empiezan con las pruebas, a ponerle oxitocina y resulta que, en poco tiempo, la matriz se ha cansado de dolores y no puede seguir. Entonces hay que abrir. Antes una mujer se ponía de parto y todo iba mucho más despacio", afirma.

Gran parte de su experiencia como matrona la obtuvo de su trabajo durante más de 30 años en Corral de Almaguer, un pueblo de Toledo. Allí ayudó a traer al mundo unos 8.000 niños y vivió todas las peculiaridades que tenía esta profesión. A principios del siglo XX estaban reconocidas oficialmente tres titulaciones: matronas, practicantes y enfermeras. Pero no fue hasta 1953 cuando se unificaron, en el ámbito de la formación, los estudios de las tres. A pesar de estos planes educativos, Andrea se queja de la dificultad que tuvo en sus inicios con lo que ella denomina: "las intrusas". Porque entonces era habitual que algunas mujeres, sin formación específica, hiciera el papel de matrona.

"A pesar de las intrusas, yo siempre tuve un gran apoyo de los médicos. Me respetaban mucho", asegura Andrea. Al igual que las mujeres que iban a ser madres. Pues esta matrona no tenía horario ni vacaciones. "Yo he ido a las casas nevando, lloviendo, por la noche... A cualquier hora. Era mi trabajo". Y, por aquella época, tampoco había mucha ayuda tecnológica. "¿Ecografía? No, no. ¿Monitores? Esos llegaron mucho más tarde, por los años 80. ¿Incubadoras? No. Lo que hacía era tapar bien al niño y ponerlo con su madre. Antes de eso, lo limpiaba, le quitaba las secreciones, en fin, todo lo que necesitaba el niño".

Cuando Ainhoa escucha a su abuela, se pregunta cómo pudo hacer frente a las complicaciones que pueden ocurrir durante un parto. "Recuerdo un parto en el que el niño tenía cinco vueltas de cordón, por el cuello, el tórax... Cuando lo cogí no daba abasto a desenredarle. Menos mal que me ayudó otra matrona más experta, que cortó el cordón rápidamente. Cuando pienso en mi abuela me digo: "¿Qué hubiera hecho en esta y otra situación? Yo en el hospital tengo ayuda de otras matronas o de los médicos, pero ella estaba sola la mayoría del tiempo. Lo tuvo que pasar realmente mal".

Dos años de formación

A sus 36 años, Ainhoa lleva desde 2005 trabajando como matrona. Ella tiene el título de enfermera especialista en Obstetricia-Ginecología, apelativo con el que se denomina oficialmente a las matronas desde el Real Decreto 992/1987. En éste y en los siguientes decretos reguladores de la profesión se especifica que para acreditar tal titulación hay que cumplir una dedicación mínima a actividades docentes-asistenciales de 3.600 horas. "Para recibir esta formación primero tenemos que aprobar un examen-oposición tras el que la enfermera comienza dos años naturales de formación. Durante ese tiempo somos enfermeras internas residentes", explica Ainhoa.

Su perfil laboral y el de su abuela son más parecidos que el de Mª Josefa. Su labor asistencial se dirigió desde 1986 a la Atención Primaria. "Tratamos a la mujer desde la adolescencia hasta los 65 años. También hacemos control de embarazo, anticoncepción, preparación al parto, citologías... Todo lo que conlleva la profesión. Date cuenta de que somos la enfermera especialista en la mujer".

Por eso, defiende un espacio propio para la matrona dentro de la prevención y de la atención hospitalaria. "Antes no había matronas suficientes para cubrir muchas áreas de la medicina dedicada a la mujer, pero ahora ya no hay este problema y deberíamos ser nosotras las que nos dedicáramos a atender ciertas cosas, como los primeros cuidados en el hospital a la mujer que ha dado a luz o la atención de los problemas del suelo pélvico", enumera.

Las tres están de acuerdo que los primeros días, y semanas, después del parto son los momentos que más ayuda necesita la mujer, sobre todo con la lactancia. "Es ahí cuando tienen la subida de leche, pueden aparecer las grietas en el pezón, si tienen episiotomía pueden estar muy molestas, además les falta energía y duermen mal. Es normal que a menudo se pregunten: ¿Qué hago yo con el niño? Por eso, desde el centro de salud se hace una primera visita a los cinco días después de haber dado a luz, aunque si necesitan consultarnos algo antes, se puede adelantar o repetir", explica Mª Josefa.

Epidural, ¿sí o no?

En cuanto al extendido uso de la epidural que se realiza en España se muestran, sobre todo Andrea y su hija, en contra de su generalización. "No soy demasiado partidaria", afirma Mª Josefa quien asegura que "en un parto normal no le veo ninguna necesidad, hay otras técnicas para disminuir el dolor, como las respiraciones, la relajación, sentarse en la pelota o caminar. Además, la epidural tiene sus riesgos. Aunque si ves que el parto no evoluciona, o que hay algún problema, claro que tiene sus indicaciones, pero si no ocurren estas situaciones, yo soy más partidaria de un parto normal".

Según explican las tres, con la epidural, el tiempo de expulsivo se puede alargar de una a tres horas, y también aumenta el índice de partos instrumentalizados, es decir, la necesidad de usar fórceps o ventosas. "Yo no recuerdo partos con expulsivos tan largos", sostiene Andrea.

La que más a favor se muestra del empleo de epidural es Ainhoa. "Hay que ver el contexto. Hoy en día es habitual que la mujer que da a luz su primer hijo sea mayor y, en estos casos, el parto no es igual de fácil que cuando la madre da a luz a los veintitantos. También es más conveniente cuando hay inducciones [cuando el médico decide adelantar el parto por una causa concreta], ya que las mujeres suelen estar tumbadas casi todo el rato, porque se les está administrando oxitocina, con lo cual el dolor es mayor, y tienen puesto el monitor, por lo que están tumbadas todo el tiempo", argumenta.

¿Por qué hay tantas cesáreas?

Otro asunto que genera debate entre las tres es el mayor número de cesáreas que se produce ahora frente a las realizadas hace unas décadas. "Es porque ahora la mujer no aguanta el parto", afirma Andrea. Sin embargo, su hija no se muestra de acuerdo con esta afirmación. "Las cesáreas se basan en datos que muestran el bienestar fetal. Si hay sospecha de que empieza a haber un riesgo de pérdida de bienestar fetal se interviene. Pero creo que la mayoría que se hacen son necesarias", concluye Mª Josefa.

Pero cuando se hace referencia a la tasa de cesáreas de las clínicas privadas, el debate aumenta. "Es cierto que en las clínicas privadas a la mujer se le dan más opciones para que ella elija. Además, en los centros privados no hay protocolos de actuación, se actúa en función del criterio de cada médico. Es él quien considera si es necesaria o no la cesárea", explica esta matrona.

Por último, cuando se les pide un recuerdo especial de alguno de los partos que han atendido, las tres tienen un nombre o una vivencia, aunque la que gana con diferencia es Andrea. "Recuerdo todavía los nombres de las tres primeras mujeres a las que atendí: Celia, Mercedes y Luisa. Me han pasado cosas muy curiosas en los partos y después. Otra vez me llamaron a casa para que acudiera al cumpleaños de un niño al que había ayudado a nacer porque me quería conocer. Resulta que cumplía 30 años. Tengo tantas historias que contar...".

Ainhoa insiste en que ella quiere destacar el conocimiento de las matronas mayores. "Creo que se aprende mucho de ellas. Con sólo ver la cara de la parturienta saben qué les pasa o si el parto se va a complicar. A mí me han ayudado mucho".

Publicado en el diario El Mundo

18 de mayo de 2013

La importancia de la fase en brazos


Durante los dos años y medio en los que estuve viviendo con los indios de la edad de piedra en la jungla de Sudamérica (no todos seguidos, sino en cinco expediciones separadas con mucho tiempo entre ellas para reflexionar), pude darme cuenta de que la naturaleza humana no es lo que se nos ha hecho creer que somos. Los bebés de la tribu de los Yecuana, más que necesitar paz y sosiego para dormir, dormitaban embelesadamente cuando se sentían cansados, mientras que los hombres, mujeres o niños que los acarreaban, bailaban, corrían, andaban, gritaban o impulsaban las canoas. Los niños jugaban juntos sin pelearse o discutir, y obedecían a los mayores instantánea y diligentemente. La idea de castigar a un niño aparentemente nunca se les ocurrió a esa gente, ni su comportamiento mostró nada que pudiera llamarse verdaderamente permisividad. Ningún niño habría soñado en interrumpir, incomodar o ser mimado por un adulto. Y, sobre los cuatro años, los niños contribuían más en las tareas de la familia que lo que precisaban de ella.

Los bebés en brazos casi nunca lloraban y, de una manera fascinante, no movían sus brazos, protestaban, arqueaban su espalda ni flexionaban sus brazos o piernas. Se sentaban tranquilamente en sus bandoleras o dormían en la cadera de alguien, desmintiendo el mito que los niños deben “hacer ejercicio”. Además, nunca sufrían de vómitos, excepto si estaban muy enfermos, y no tenían cólicos. Cuando se asustaban durante los primeros meses de gatear o andar, no esperaban que nadie fuera hacia ellos, sino que iban por sí mismos hacia su madre u otros cuidadores para confirmar la necesidad de sentirse seguros antes de continuar sus exploraciones. Sin supervisión, incluso los más chiquitines casi nunca se hirieron.

¿Es su “naturaleza humana” distinta a la nuestra? Algunos piensan que así es, pero, por supuesto, sólo hay una especie humana. ¿Qué podemos aprender nosotros de la tribu de los Yequana?

Nuestras Expectativas Innatas

Inicialmente, podemos intentar comprender completamente el poder de formación de lo que yo llamo la fase de “en brazos”. Empieza en el nacimiento y acaba con el inicio del arrastre, cuando el bebé puede alejarse de su cuidador y volver a voluntad. Esta fase consiste, simplemente, en que el bebé tenga contacto físico durante las 24 horas del día con un adulto u otro niño mayor. Al principio, meramente observé que la experiencia de ir en brazos tenía un impresionante efecto saludable en los bebés y que no había ningún “problema” que arreglar. Sus cuerpos eran suaves y se adaptaban a cualquier posición que fuera adecuada para sus porteadores; incluso algunos de ellos se colgaban en la espalda mientras los agarraban por la muñeca. No pretendo recomendar esta posición, pero el hecho de que es posible demuestra la extensión de lo que constituye el confort para un bebé. En contraste a este ejemplo, tenemos el desesperado desconfort de los niños acostados cuidadosamente en un moisés o cochecito, suavemente arropados, y dejados ir, rígidos, con el deseo de asirse a un cuerpo vivo que, por naturaleza, es el lugar correcto. Es el cuerpo de alguien que “creerá” en sus lloros y consolará sus ansias con brazos amorosos.

¿Por qué la incompetencia en nuestra sociedad? Desde la infancia, se nos enseña en no confiar en nuestro instinto. Se nos dice que los padres y los profesores saben más y que cuando nuestras sensaciones no coinciden con sus ideas. Nosotros debemos estar equivocados. Condicionados para no confiar o amargamente ignorar nuestros propios sentimientos, resulta fácil convencernos para no creer en el bebé que llora diciendo: “¡Deberías tomarme en brazos!” “¡Yo tendría que estar cerca de tu cuerpo!” “¡No me dejes!” En su lugar, denegamos nuestra respuesta natural y seguimos la moda instaurada, dictada por los “expertos” en cuidados infantiles. La pérdida de confianza en nuestra experiencia innata nos deja leyendo un libro detrás de otro viendo como cada nueva idea falla. Es importante entender quiénes son los expertos en realidad. El segundo mayor experto en cuidado infantil que existe está dentro nuestro, tan seguro como que reside en cada especie superviviente que, por definición, debe saber cuidar a su prole. El mayor experto de todos es, por supuesto, el bebé, programado durante millones de años de evolución para mostrar su propio temperamento mediante sonidos y acciones cuando el cuidado no es correcto. La evolución es un proceso de refinamiento que ha afinado nuestro comportamiento innato con magnífica precisión. La señal del bebé, la comprensión de esta señal por la gente que lo rodea, el impulso a obedecerla, son todo partes del carácter de nuestra especie.

El presuntuoso intelecto ha mostrado estar pobremente equipado para adivinar los auténticos requerimientos de los bebés humanos. La pregunta a menudo es: ¿Debería tomar al bebé cuando llora? ¿O debería dejarle llorar durante un rato? ¿O debería dejarle llorar para que así el niño sepa quien es el jefe y no se convierta en un “tirano”? Ningún bebé estará de acuerdo con ninguna de estas imposiciones. Unánimemente, nos dejan bien claro que no deben ser dejados para nada. Como esta opción no ha sido ampliamente defendida en la civilización occidental contemporánea, las relaciones entre padres e hijos han permanecido firmemente como si fueran adversarios. El juego se ha centrado en conseguir que el bebé duerma en la cuna, pero no se ha considerado la oposición sobre los lloros del bebé. A pesar de que Tine Thevenin, en su libro The Family Bed (La cama familiar), y otros han abierto el tema de que los niños duerman con sus padres, el principio más importante no se ha tratado claramente: comportarse contra nuestra naturaleza como especies conduce inevitablemente a la pérdida de bienestar. Una vez hemos comprendido y aceptado el principio de respetar nuestras expectativas innatas, seremos entonces capaces de descubrir precisamente cuáles son; en otras palabras, qué es lo que la evolución nos ha acostumbrado a experimentar.

El Papel Formativo de la Fase de en Brazos

¿Cómo llegué a ver en la fase de ir en brazos aquella etapa crucial para el desarrollo de una persona? Primero, vi la gente feliz y relajada en la jungla de Sudamérica, cargando siempre a sus bebés sin dejarlos nunca. Poco a poco, fui capaz de ver una conexión entre ese hecho tan sencillo y la calidad de sus vidas. Incluso, más tarde, llegué a ciertas conclusiones sobre cómo y por qué el estar en contacto constante con un cuidador activo es esencial en el estadio inicial del desarrollo tras el nacimiento.

Por un lado, parece que la persona que carga el bebé (normalmente la madre durante los primeros meses, y luego un niño de cuatro a doce años que devuelve el bebé a la madre para alimentarlo) está formando los cimientos para las experiencias posteriores. El bebé participa pasivamente en las carreras, paseos, risas, charlas, tareas y juegos del porteador. Las actividades particulares, el ritmo, las inflexiones del lenguaje, la variedad de vistas, noche y día, el rango de temperaturas, sequedad y humedad, y los sonidos de la vida en comunidad forman una base para la participación activa que empezará a los seis u ocho meses de vida con el arrastre, gateo y luego andar. Un bebé que ha pasado ese tiempo tumbado en una tranquila cuna o mirando el interior de una sillita, o al cielo, habrá perdido la mayor parte de esta experiencia tan esencial.

Debido a la necesidad del niño de participar, es también muy importante que los cuidadores no se queden sentados mirando al bebé ni que continuamente le pregunten lo que quiere, sino que lleven vidas activas ellos mismos. Ocasionalmente, uno no puede resistir darle al bebé un chorro de besos, pero, de todos modos, un bebé que está programado para observar la ajetreada vida que llevas se confunde y frustra cuando dedicas tu tiempo mirando como él vive la suya. Un bebé dedicado a absorber lo que es la vida, siendo vivida por ti, se sumerge en la confusión si le preguntas que sea él quien la dirija.

La segunda función esencial de la experiencia de la fase en brazos parece no haber sido percibida por nadie (incluyéndome a mí, hasta mediados de la década de los 1960). Se refiere a proveer a los bebés de un mecanismo de descarga de su exceso de energía hasta que no son capaces de hacerlo por sí mismos. En los meses anteriores a ser capaces de moverse por sí mismos, los bebés acumulan energía por la absorción de comida y de luz solar. Es entonces cuando el bebé necesita contacto constante con el campo de energía de una persona activa que pueda descargar el exceso no usado de ambos. Esto explica porque los bebés Yequana estaban tan extrañamente relajados y porque no se ponían rígidos, daban patadas o arqueaban la espalda para relajarse ante una incómoda acumulación de energía.

Para poder proveer una óptima experiencia de la fase en brazos tenemos que descargar nuestra propia energía de manera efectiva. Se puede calmar muy rápidamente a un bebé corriendo o saltando con él, o bailando o haciendo lo que sea para eliminar el exceso de energía propio. Una madre o padre que deben marchar de repente a buscar algo no necesitan decir “oye, toma el bebé que voy corriendo a la tienda”. El que tenga que correr que se lleve al bebé.

¡Cuanta más acción mejor!

Los bebés y los adultos experimentan tensiones cuando la circulación de energía en sus músculos está impedida. Un bebé repleto de energía no descargada está pidiendo acción: una carrera a galope alrededor del salón o un baile movido con el niño de la mano. El campo de energía del bebé se aprovechará inmediatamente del del adulto, descargándose. Los bebés no son las cositas frágiles que hemos tomado con guantes. De hecho, un bebé tratado como frágil en este estado de formación puede ser persuadido de que es frágil. Como padres, podéis llegar a comprender fácilmente el flujo de energía de vuestro hijo. En el proceso, descubriréis muchas maneras de ayudar a vuestro bebé a mantener el suave tono muscular del bienestar ancestral, y de proporcionarle la calma y confort que necesita para sentirse como en casa en este mundo.

Jean Liedloff, autora de “El Concepto del Continuum”

16 de mayo de 2013

El efecto de los brazos maternos


Nada como los brazos de una madre para consolar a su bebé, sobre todo si ésta le acuna mientras camina. Por primera vez, un estudio indaga en las razones por las que este gesto innato es capaz de calmar el llanto del recién nacido y descubre que, más allá de la relación afectiva, existe una explicación científica basada en un mecanismo fisiológico.

Los efectos son inmediatos. "Se reduce la actividad del sistema nervioso y la del motor. La frecuencia cardiaca disminuye" y el bebé se tranquiliza. Así lo observaron los autores de la investigación después de examinar a 12 niños sanos entre uno y seis meses de vida. "Grabamos su ritmo cardiaco cuando se les tumbaba en la cuna y mientras la madre les llevaba en brazos, sentada o caminando".

El electrocardiograma desveló claras diferencias. Entre la cuna y el calor de los brazos, mejor esta segunda opción. Y entre el calor de su madre sentada o caminando, los pequeños prefieren el movimiento. Cuando su progenitora se sentaba con el niño en brazos, su ritmo cardiaco se aceleraba, lloraba y no paraba de moverse. En cuanto se levantaba y se trasladaba, sus constantes descendían inmediatamente y el bebé se mostraba más tranquilo. Sin embargo, al sentarse de nuevo, el recién nacido volvía a quejarse.

En definitiva, reclamar los brazos de la madre y preferir el movimiento no es un capricho ni tampoco que el bebé haya aprendido a exigir a conciencia. Como subrayan los investigadores en su artículo, publicado en la revista 'Current Biology', se trata de una necesidad fisiológica, "un mecanismo de defensa" propio de los mamíferos.

Kuroda y su equipo, de Riken Brain Institute (Saitama, Japón), también desarrollaron este experimento con crías de ratón durante sus primeras semanas de vida. El efecto calmante de los brazos maternos en movimiento era el mismo. Dejaron de llorar y se mostraron más relajadas. Al igual que otras especies como los gatos y los leones, las crías adoptaban la postura fetal, flexionando las piernas.

Los investigadores apuntan a un sentido del tacto y de la 'propiopercepción', un término que alude a la capacidad de reaccionar cuando la madre toca al bebé e incluso cuando notan los movimientos corporales de su progenitora.

El movimiento relaja

"Los bebés se sienten más cómodos cuando les cogemos de pie y siempre les relaja el movimiento", afirma Mara Cuadrado, psicóloga infantil del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. A esto se suma que si la persona que los mece es su madre, los resultados son inmediatos. "Con quien se vincula el bebé es con quien más le coge cuando nace, con quien le cuida, le protege y le alimenta". Pero la unión comienza a forjarse mucho antes, durante la gestación, "cuando el sonido que más escucha es la voz de su madre, su ritmo cardiaco, incluso percibe su temperatura". Ese vínculo se refuerza después, "con la forma en la que su madre le coge (diferente de la de los demás) y otras variables como el olor, algo que el bebé detecta nada más nacer".

Dados los resultados del estudio, cuando el lloro es un mecanismo de defensa, como ocurre en los recién nacidos, no hay que escatimar en mimos. De hecho, según los investigadores, podría ayudar a prevenir los traumatismos derivados del síndrome del bebé zarandeado. "El mayor factor de riesgo de esto es el lloro inconsolable de un bebé".

El niño no deja de llorar, los padres o los cuidadores ya no saben qué hacer, se frustran, "se crispan y pueden zarandear al pequeño creyendo que no le van a hacer daño", explica Gustavo Lorenzo, neurólogo del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Sin embargo, "puede producir daños cerebrales, ataques epilépticos y trastornos del habla, entre otros problemas del desarrollo neurológico, incluso la muerte".

"La explicación científica de esta respuesta infantil ayudará a los padres a entender su lloro, no como un intento de manipulación, sino como una necesidad fisiológica" que está reclamando brazos y que es importante cubrir, remarca Kuroda. "Resulta beneficioso tanto para la madre como para el bebé".

Aunque todo en su justa medida, coinciden la psicóloga y el neurólogo. "El niño puede acabar acostumbrándose a ser excesivamente bien recibido y el llanto deja de ser un mero mecanismo de defensa".

14 de mayo de 2013

Migrañas y cólicos del lactante

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La teoría de que todo lo que le sucede al bebé es de vital importancia para su desarrollo futuro cobra cada día mayor relevancia. Si esos primeros meses de vida son fundamentales para su lenguaje, crecimiento, carácter, etc., ahora también se demuestra que la salud que tenga está íntimamente relacionada con su más tierna infancia.

Uno de los trastornos más comunes y frecuentes de los adultos son las migrañas, una enfermedad que afecta a un 13% de la población de los países desarrollados y que en muchos casos impide llevar una vida normal (así le sucede a la jueza Alaya, que recientemente ha estado unos meses de baja por esta razón).

Pues bien, un estudio realizado por Silvia Romanello, de Debre APHP-Hospital Rober en París y sus colegas, parece haber demostrado la relación existente entre los fuertes dolores de cabeza y los cólicos del lactante, ese trastorno que padecen hasta un 30% de los bebés y que provoca un llanto inconsolable durante al menos tres horas al día, fundamentalmente a última hora de la tarde y que normalmente se soluciona por sí solo hacia los tres-cuatro meses. ¿Por qué sucede? Pese a que numerosos especialistas han intentado determinar la causa de este llanto, su origen sigue siendo un misterio. Los factores que más se barajan son los trastornos digestivos; de hecho, es el único tratamiento que se utiliza.

La investigación, que ha sido publicada en la revista ‘Journal of the American Medical Association (JAMA), incluyó a 208 niños de entre 6 y 18 años que acudieron a los servicios de urgencias de tres hospitales europeos entre abril de 2012 y junio de 2012 y que fueron diagnosticados de migrañas. A todos ellos se les realizó un cuestionario para identificar antecedentes personales y las conclusiones fueron muy llamativas: más del 72% de ellos había sufrido cólicos del lactante. Además, el análisis de subgrupos para los subtipos de dolor confirmó la asociación entre el cólico infantil y la migraña sin aura (73,9% versus 26,5%) o con aura (69,7% frente a 26,5%), una asociación que no se encontró en los niños con dolor de cabeza de tipo tensional. La migraña con aura es aquella que está precedida de determinados síntomas de disfunción cerebral focal transitoria.

"El vínculo entre el cólico infantil y la jaqueca podría estar basado en un mecanismo patogénico común de la migraña sin aura y la migraña con aura. Encontramos que entre sus características, sólo el dolor pulsátil fue más frecuente en los niños con antecedentes de cólicos del lactante que entre los niños con migraña pero sin cólico infantil", resumen los autores. Además, señalan que los niños con cólico infantil pueden experimentar una sensibilización similar de las terminaciones nerviosas perivasculares en el intestino, aunque esta hipótesis debe ser probada.

Este estudio viene a dar un impulso a la tesis que se ha barajado recientemente y que considera que la causa del cólico del lactante no son tanto problemas estomacales, sino fuertes jaquecas. Desde luego, sería muy conveniente seguir investigando sobre esta posible relación, puesto que este trastorno de los bebés es un verdadero dolor de cabeza (y nunca mejor dicho) para sus padres.

12 de mayo de 2013

Las uñas de los bebés recién nacidos

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Cuando nacen los bebés ya tienen unas buenas uñas. Llevan creciendo durante el embarazo unos meses y evidentemente, nadie se las ha cortado.

Pero las primeras semanas son muy frágiles. Se astillan con facilidad. A algunos padres les preocupa que se arañen. Cosa que hacen con frecuencia, ya que no controlan la movilidad de las manos. Actúan por reflejos y a veces se arañan la cara. Pero no os preocupéis. Cuando las hay, son heridas que curan con facilidad. En la mayoría de los casos arañazos muy superficiales.

Durante las 2 ó 3 primeras semanas las uñas van a seguir rompiéndose con mucha facilidad.

A partir de la 3ª semana, ya suelen crecer más fuertes. Es desde ese momento, en que crecen sin astillarse, cuando ya es necesario empezar a cortarlas.

Para hacerlo, lo más sencillo son unas tijeras de punta redondeada.

Siempre, al cortar las uñas, deben dejarse las esquinas por fuera de la carne. Ya que si apuramos demasiado, luego al crecer, pueden hacerlo hundiéndose en la piel y causando problemas.

Es normal que crezcan más rápidamente las uñas de las manos que las de los pies.

Incluso cuando ya podemos cortar las uñas, es posible que el bebé se arañe. Ya que por mucho que cortes, siempre debes dejarlas que sobresalgan de la piel. Y por tanto, siempre tendrá uña suficiente para arañarse.

Para evitarlo, muchos padres cubren las manos de los recién nacidos con manoplas, dejándoles las mangas largas o con calcetines o patucos.

En realidad, no es necesario, ya que como he dicho antes, las heridas que pueden causar son, por lo general, muy leves.

Extraído de Mi pediatra online

10 de mayo de 2013

La educación de los niños

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En una ocasión, Fabricio Caivano, el fundador de Cuadernos de Pedagogía, le preguntó a Gabriel García Márquez acerca de la educación de los niños. "Lo único importante, le contestó el autor de Cien años de soledad, es encontrar el juguete que llevan dentro". Cada niño llevaría uno distinto y todo consistiría en descubrir cuál era y ponerse a jugar con él. García Márquez había sido un estudiante bastante desastroso hasta que un maestro se dio cuenta de su amor por la lectura y, a partir de entonces, todo fue miel sobre hojuelas, pues ese juguete eran las palabras. Es una idea que vincula la educación con el juego. Según ella, educar consistiría en encontrar el tipo de juego que debemos jugar con cada niño, ese juego en que está implicado su propio ser.

Pero hablar de juego es hablar de disfrute, y una idea así reivindica la felicidad y el amor como base de la educación. Un niño feliz no sólo es más alegre y tranquilo, sino que es más susceptible de ser educado, porque la felicidad le hace creer que el mundo no es un lugar sombrío, hecho sólo para su mal, sino un lugar en el que merece la pena estar, por extraño que pueda parecer muchas veces. Y no creo que haya una manera mejor de educar a un niño que hacer que se sienta querido. Y el amor es básicamente tratar de ponerse en su lugar. Querer saber lo que los niños son. No es una tarea sencilla, al menos para muchos adultos. Por eso prefiero a los padres consentidores que a los que se empeñan en decirles en todo momento a sus hijos lo que deben hacer, o a los que no se preocupan para nada de ellos. Consentir significa mimar, ser indulgente, pero también, otorgar, obligarse. Querer para el que amamos el bien. Tiene sus peligros, pero creo que éstos son menos letales que los peligros del rigor o de la indiferencia.

Y hay adultos que tienen el maravilloso don de saber ponerse en el lugar de los niños. Ese don es un regalo del amor. Basta con amar a alguien para desear conocerle y querer acercase a su mundo. Y la habilidad en tratar a los niños sólo puede provenir de haber visitado el lugar en que éstos suelen vivir. Ese lugar no se parece al nuestro, y por eso tantos adultos se equivocan al pedir a los pequeños cosas que no están en condiciones de hacer. ¿Pediríamos a un pájaro que dejara de volar, a un monito que no se subiera a los árboles, a una abeja que no se fuera en busca de las flores? No, no se lo pediríamos, porque no está en su naturaleza el obedecernos. Y los niños están locos, como lo están todos los que viven al comienzo de algo. Una vida tocada por la locura es una vida abierta a nuevos principios, y por eso debe ser vigilada y querida. Y hay adultos que no sólo entienden esa locura de los niños, sino quese deleitan con ella. San Agustín distinguía entre usar y disfrutar. Usábamos de las cosas del mundo, disfrutábamos de nuestro diálogo con la divinidad. Educar es distinto a adiestrar. Educar es dar vida, comprender que el dios del santo se esconde en la realidad, sobre todo en los niños.

En El guardián entre el centeno, el muchacho protagonista se imagina un campo donde juegan los niños y dice que es eso lo que le gustaría ser, alguien que escondido entre el centeno los vigila en sus juegos. El campo está al lado de un abismo, y su tarea es evitar que los niños puedan acercarse más de la cuenta y caerse. "En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos". El protagonista de la novela de Salinger no les dice que se alejen de allí, no se opone a que jueguen en el centeno. Entiende que ésa es su naturaleza, y sólo se ocupa de vigilarlos, y acudir cuando se exponen más de lo tolerable al peligro. Vigilar no se opone a consentir, sólo consiste en corregir un poco nuestra locura.

Creo que los padres que de verdad aman a sus hijos, que están contentos con que hayan nacido, y que disfrutan con su compañía, lo tienen casi todo hecho. Sólo tienen que ser un poco precavidos, y combatir los excesos de su amor. No es difícil, pues los efectos de esos excesos son mucho menos graves que los de la indiferencia o el desprecio. El niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a los problemas de la vida que el que no lo ha sido nunca.

En su reciente libro de me-morias, Esther Tusquets nos cuenta que el problema de su vida fue no sentirse suficientemente amada por su madre. Ella piensa que el niño que se siente querido de pequeño puede con todo. "Yo no me sentí querida y me he pasado toda la vida mendigando amor. Una pesadez". Pero la mejor defensa de esta educación del amor que he leído en estos últimos tiempos se encuentra en el libro del colombiano Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos. Es un libro sobre el misterio de la bondad, en el que puede leerse una frase que debería aparecer en la puerta de todas las escuelas: "El mejor método de educación es la felicidad". "Mi papá siempre pensó -escribe Faciolince-, y yo le creo y lo imito, que mimar a los hijos es el mejor sistema educativo". Y unas líneas más abajo añade: "Ahora pienso que la única receta para poder soportar lo dura que es la vida al cabo de los años, es haber recibido en la infancia mucho amor de los padres. Sin ese amor exagerado que me dio mi papá, yo hubiera sido mucho menos feliz".

Los hermanos Grimm son especialistas en buenos comienzos, y el de Caperucita Roja es uno de los más hermosos de todos. "Érase una vez una pequeña y dulce muchachita que en cuanto se la veía se la amaba. Pero sobre todo la quería su abuela, que no sabía qué darle a la niña. Un buen día le regaló una caperucita de terciopelo rojo, y como le sentaba muy bien y no quería llevar otra cosa, la llamaron Caperucita Roja". Una niña a los que todos miman, y a la que su abuela, que la ama sin medida, regala una caperuza de terciopelo rojo. Una caperuza que le sentaba tan bien que no quería llevar otra cosa. Siempre que veo en revistas o reportajes los rostros de tantos niños abandonados o maltratados, me acuerdo de este cuento y me digo que todos los niños del mundo deberían llevar una caperuza así, aunque luego algún agua-fiestas pudiera acusar a sus padres de mimarles en exceso. Esa caperuza es la prueba de su felicidad, de que son queridos con locura por alguien, y lo verdaderamente peligroso es que vayan por el mundo sin ella. "Si quieres que tu hijo sea bueno -escribió Héctor Abad Gómez, el padre tan amado de Faciolince-, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad".

Gustavo Martín Garzo. Publicado en  El País

9 de mayo de 2013

9 de mayo, huelga general en Educación

Este blog se suma hoy a la huelga general en Eudcación. Por una escuela pública de calidad.

8 de mayo de 2013

Ser padres o ¿ejercer de padres?

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Es habitual que en reuniones en las que padres y madres hablan sobre sus hijos alguien en algún momento lance esa especie de mantra: “Qué difícil es educar a los hijos”. Y a partir de ahí… que si “no tienen manual de instrucciones”, que si “nadie te enseña a ser padre”, que “cuando son chicos tienes que estar todo el día pendiente, y cuando son grandes los problemas crecen”, que “la sociedad cada día está peor”; también se escucha el consabido “antes era más fácil”, y la estrella es ” una buena bofetada a tiempo“. Otros que “si es que no puedo con él” para terminar con un esperanzado, pero pasivo, “a ver si pasa el tiempo y madura un poco…”.

No sé si estaréis de acuerdo conmigo en lo siguiente: existe una clara diferencia entre cuando “somos padres” de cuando “ejercemos como padres”

Ser padres consiste en esperar que, como eres el padre, los hijos son los que tienen que hacer el esfuerzo para ir aceptando todo aquello que les inculca en el ambiente familiar; en cambio, ejercer de padres supone aceptar el reto de que la educación de nuestros hijos requiere en muchos momentos de nuestra vida un esfuerzo constante, una brega, una lucha… en la que el protagonismo la tenemos los padres.

Personalmente creo que Educar consiste en mostrar a nuestros hijos cómo nuestras creencias, nuestras ideas, nuestros valores, nuestras maneras de sentir, nos llevan a comportarnos de la manera en que lo hacemos. Y lo hacemos con el deseo que esto les ayudará a aprender comportamientos para integrarse en el mundo en el que estamos viviendo.

Los padres cuando educamos somos, por tanto, guías y, además, queramos o no queramos, y en todo momento, también somos modelos, modelos a imitar o modelos a criticar.

Nuestros hijos necesitan guías claras de comportamiento, necesitan ser guidados y para ello es imprescindible establecer unas reglas y unos límites en sus comportamientos.

Igualmente necesitan tener claridad en lo que es tolerable y claridad en lo que no lo e,s y eso debemos proporcionárselo nosotros como padres y madres que ejercemos esa tarea. Esto no lo pone en duda nadie. Desde esta óptica, no es que educar sea difícil, lo difícil es que todos nuestros hijos acepten a rajatabla y a la primera, los modelos y las guías de conducta que configuran nuestro arsenal educativo.

Cuando los padres ponemos límites pueden pasar dos cosas:
  • Que los hijos, más o menos convencidos, los acepten y los cumplan. Con lo cual nosotros entonces creemos que esto de educar “funciona” y que, además, nuestros hijos son unos estupendos hijos.
  • Que los hijos los cuestionen, o directamente, los incumplan. Con lo cual nosotros creemos que esto de educar es difícil, y que hay que ver los hijos lo rebeldes que son, que carácter han heredado (por lo general de la parte contraria) , y que algo estamos haciendo mal.
Los padres, cuando ejercemos de padres, solemos estar más preocupados por los resultados que ocupados en mantenernos firmes, seguros, constantes y confiados en lo que como padres estamos haciendo.

Los padres, cuando ejercemos de padres, educamos, sabemos por qué hacemos lo que hacemos, y debemos de considerar como una consecuencia lógica, que algunos de nuestros hijos se resistan a seguir nuestras guías.

Educar no sólo es una mera propuesta de intenciones, es una manera de actuar, una manera de relacionarnos con nuestros hijos, de comunicarnos con ellos. Y en todos los procesos de interacción y comunicación surgen conflictos.

Y con los hijos se tienen conflictos, inevitables conflictos, numerosos conflictos, diversos conflictos. Los conflictos hay que entenderlos como algo natural, algo que forma parte de las relaciones con nuestros hijos. Y sobre todo, son una estupenda oportunidad de enseñar a nuestros hijos maneras eficaces de afrontarlos.

Nuestros hijos son y serán, en gran medida, lo que ellos decidan ser. Nosotros, como padres, con mucho amor, con normas y con límites, con confianza, y con mucha paciencia, les enseñamos todo aquello que creemos que les ayudará. Eso es ejercer de padre. Eso es lo que está en nuestras manos. Y eso es lo que tenemos que preguntarnos… ¿Soy padre? y ¿Ejerzo de padre?, ¿qué modelo de padre?.

Hay una preciosa poesía de Kavaffis, que se llama Ithaca, que bien puede ser una metáfora de lo que supone educar, un viaje, donde el objetivo no es llegar pronto a la meta sino disfrutar del camino.

Por Carlos Pajuelo. No os perdáis su blog, que no tiene desperdicio: Escuela de Padres

6 de mayo de 2013

Quien bien te quiere te hará reir

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PEGAR A LOS HIJOS CARECE DE SENTIDO
Existen muchas formas de entender el castigo físico. Muchas formas de explicarlo y definirlo. Sin embargo, hay una que reúne los variados conceptos: el castigo físico es el uso de la fuerza causando dolor, pero no heridas, con el propósito de corregir una conducta no deseable en el niño. Esta definición fue difundida por Save the Children, dentro de la campaña “Educa, no pegues”, empleada para la sensibilización contra el castigo físico en la familia.

Todos hemos vivido situaciones de castigo físico alguna vez. Un azote, un capón, o un cachete, é usado por muchos padres para frenar la rabieta o la desobediencia de los hijos. Son escenas tan cotidianas en nuestra sociedad que a muchos no les parece nada extraño, y nada cuestionable. Sin embargo, es algo que hace sentir mal no solo a los niños como también al que lo aplica. Y ¿por qué será? ¿Os habéis preguntado el por qué después de pegar al hijo uno se siente tan mal?

EDUCAR O PEGAR
La práctica del castigo físico está fuertemente enraizada en nuestra sociedad en la que se ha trasmitido a través de las generaciones, pero eso no quiere decir que sea la mejor o la ideal forma de educar a un niño. Debemos buscar alternativas más constructivas y positivas, que estimulen su desarrollo sano, y que nos haga sentir bien a todos. El pegar no enseña, no educa, solo representa amenaza y sumisión a los niños. El castigo físico enseña al niño a tener miedo y a ser sumiso a tal punto de disminuir su capacidad para crecer como persona autónoma y responsable

¿POR QUÉ PEGAN LOS PADRES Y MADRES A SUS HIJOS?
  • Porque lo consideran oportuno para la educación de sus hijos
  • Porque lo utilizan para descargar sus nervios
  • Porque carecen de recursos suficientes para afrontar una situación difícil
  • Porque no poseen las habilidades necesarias para conseguir lo que quieren
  • Porque no definen bien las situaciones sociales en las que las emiten
  • Porque no consiguen controlar sus emociones
El castigo físico hace daño tanto a los niños y niñas como a los que lo aplican equivocadamente en la educación Por lo tanto su erradicación es una obligación ética.

EFECTOS DE LOS CASTIGOS FÍSICOS EN NIÑOS Y NIÑAS
  • Paraliza la iniciativa del niño, bloqueando su comportamiento y limitando su capacidad para resolver problemas.
  • No fomenta la autonomía de los niños
  • Ofrece la actitud violenta como un modo válido para resolver los problemas.
  • Daña su autoestima. Genera sensación de minusvalía y promueve expectativas negativas respecto a sí mismo.
  • Les enseña a ser víctimas. Equivocadamente, muchos creen que la agresión hace más fuertes a las personas que la sufren y “les prepara mejor para la vida”, pero sabemos que no sólo no les hace más fuertes, sino más proclives a convertirse repetidamente en víctimas.
  • Interfiere en sus procesos de aprendizaje, y por lo tanto en el desarrollo de su inteligencia, sus sentidos y su emotividad.
  • Se aprende a NO razonar. Al excluir el diálogo y la reflexión, dificulta la capacidad para establecer relaciones causales entre su comportamiento y las consecuencias que de él se derivan.
  • Les hace sentir soledad, tristeza, y abandono.
  • Incorporan a su forma de ver la vida una visión negativa de los demás y de la sociedad, como un lugar amenazante.
  • Crea un obstáculo, un impedimento en la comunicación entre padres e hijos. Daña los vínculos emocionales creados entre ambos.
  • Les hace sentir rabia, rencor, y ganas de alejarse de casa.
  • Pueden presentar dificultades para integrarse socialmente, es decir, para hacer amigos y jugar con los demás niños.
  • No se aprende a cooperar con las figuras de autoridad, se aprende a someterse a las normas o a transgredirlas.
  • Pueden sufrir daños físicos accidentales. Cuando alguien pega se le puede “ir la mano” y provocar más daño del que esperaba.
Cuando los padres castigan mediante violencia física o verbal se convierten para el niño/a en modelos de conductas agresivas.

EFECTO DE LOS CASTIGOS FÍSICOS EN LOS PADRES
  • El castigo físico puede producir ansiedad y sentimiento de culpa, incluso cuando se considera correcta la aplicación de este tipo de castigo.
  • La violencia se expande. El empleo del castigo físico aumenta la probabilidad de que los padres muestren comportamientos violentos en el futuro en otros contextos con mayor frecuencia y más intensidad.
  • Impide su comunicación con los hijos y deteriora las relaciones familiares
  • Cuando usan el castigo físico porque carecen de recursos alternativos, aparece una necesidad de justificación ante sí mismo y ante la sociedad. Al malestar por los efectos de castigo físico en los niños y niñas se suma la incomodidad de una posición incoherente o no fundamentada.
EFECTO DE LOS CASTIGOS FÍSICOS EN LA SOCIEDAD
  • La aplicación del castigo físico aumenta y legitima ante las nuevas generaciones el uso de la violencia en la sociedad.
  • Genera una doble moral. A los adultos no se les puede agredir, a los niños y niñas sí.
  • Dificulta la protección de la infancia. Al permitir estas prácticas, la sociedad “abandona” e ignora el derecho de protección de los niños y niñas.
  • Se educan ciudadanos sumisos, condicionados a ser siempre víctimas.
La instrucción, el diálogo y el respeto han de ser la norma en las relaciones familiares

4 de mayo de 2013

Utilización de los cascos de bicicleta

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Más del 70% de los niños con edades comprendidas entre los 5 y 14 años montan en bicicleta. Esta actividad, aunque supone un medio popular de transporte y una actividad deportiva recomendable, no está exenta de riesgos. En España, según datos de la Dirección General de Tráfico (DGT), aproximadamente un 20% de los fallecidos en accidente de tráfico entre 10 y 14 años eran usuarios de bicicleta. Las lesiones en la cabeza fueron la causa principal de fallecimiento. El uso del casco en bicicleta puede prevenir o reducir el riesgo de sufrir lesiones graves de cabeza, incluso cuando la causa del accidente es una colisión con un automóvil.

A través de estudios realizados al respecto, se estima que el uso correcto del casco en la bicicleta reduce el riesgo de lesión craneal y cerebral en un 63-88%, y el riesgo de fallecimiento es un 26% menor. Pese a ello, la gran mayoría de los usuarios de bicicletas, incluidos niños, no utilizan el casco, o lo usan de manera inadecuada.

Aunque no es obligatorio el uso del casco en las vías urbanas, desde organismos como la DGT se recomienda utilizarlo en cualquier tipo de vía.

Recomendaciones del comité de seguridad y prevención de lesiones en la infancia:
  1. Todos los niños y adolescentes deben utilizar el casco cada vez que circulen en bicicleta.
  2. Los padres y demás adultos deben ponerse el casco siempre que utilicen la bicicleta.
  3. Los padres deben dar ejemplo a la hora de promover conductas seguras para sus hijos, y explicarles por qué es necesario proteger su cabeza.
  4. El casco debe usarse correctamente.Para ello tiene que:
    • Estar homologado por los organismos competentes. Los requerimientos estándar especifican que el casco ha de ser duradero, de peso reducido, bien ventilado, fácil de quitar y poner, debe permitir su uso con gafas y no interferir en la capacidad de oír el ruido del tráfico. También debe ofrecer un ángulo de visión de al menos 105º hacia izquierda y derecha, un ángulo de 25º hacia arriba y de 40º hacia abajo.
    • Estar en perfecto estado: Se debe cambiar de casco si ha sufrido un golpe, si está dañado o si se ha quedado pequeño. Así mismo se recomienda que, aunque aparentemente se encuentre en perfecto estado, se cambie por lo menos cada 5 años o cuando el fabricante lo recomiende.
    • Tener el tamaño adecuado: Los cascos vienen en varios tamaños según el fabricante. El tamaño adecuado debe corresponderse al tamaño del perímetro cefálico. Los cascos suelen traer almohadillas adicionales o un anillo de ajuste para que ajusten bien en cualquier cabeza.
    • Estar correctamente colocado: Debe encajar cómoda y firmemente sobre la parte superior de la cabeza, cubriendo la parte superior de la frente (a uno o dos dedos por encima de las cejas). Así mismo las correas laterales y de la barbilla, como la hebilla, deben estar debidamente ajustadas de tal manera que quede ceñido y cómodo. El casco no se debe mover de lado a lado ni de adelante hacia atrás.
  5. En el caso de los niños pequeños que van como pasajeros:
    • Además de usar un casco debidamente ajustado, deben viajar en un asiento adicional homologado.
    • Según el Reglamento General de Circulación, el conductor de la bicicleta debe ser mayor de edad y el pasajero no tener más de 7 años, debiendo viajar en un asiento homologado. Los remolques para bicicletas que parecen ser más seguros para el transporte de niños todavía no están contemplados en la normativa española.
    • Para el transporte seguro de niños en la bicicleta, éstos al menos deben ser mayores de 1 año, edad a la cual poseen la suficiente fuerza muscular para controlar la movilidad de la cabeza en el caso de que se tenga que frenar bruscamente, aún con el peso adicional del casco.
  6. Padres y niños deben conocer todos los aspectos esenciales acerca del uso seguro de la bicicleta.
    • La utilización del casco es solo uno de los aspectos de la seguridad en la bicicleta. Tanto padres como niños deben conocer y adoptar otras medidas de seguridad como pueden ser:
      • utilizar vestimenta adecuada,
      • llevar un reflectante trasero rojo en la bicicleta,
      • llevar ropa reflectante al anochecer así como una luz blanca delantera y roja trasera, y
      • estar familiarizado con las normas de circulación por las vías públicas.
Conclusiones

El casco de bicicleta es una de las pocas medidas de seguridad pasiva que tienen los ciclistas (tanto niños como adultos) a su alcance para minimizar los daños en una caída.

Si el uso del casco en la edad adulta es importante, su colocación en los niños y adolescentes es esencial. Estas edades son claves para inculcar la importancia de pedalear siempre protegidos y para resguardar la cabeza de quienes menos suelen ver el peligro.

Publicado en http://enfamilia.aeped.es/