Yo siempre he estado convencida de que, cuando tuviera un hijo, lo amamantaría. Siempre he defendido que era lo mejor, tanto para el bebé, como para la madre. Había, incluso, soñado con esto y me parecía lo más bonito del mundo. Luego me quedé embarazada y me enteré que serían tres.
Creo que es algo que no me planteé durante el embarazo. Estaba ocupada pensando en que aguantaran el mayor tiempo posible dentro de mí. O pensando cómo me las apañaría con los tres. El caso es, que después de que todo se precipitara, a la mañana siguiente de nacer los niños, la enfermera me preguntó si les iba a dar lactancia materna... me quedé un poco extrañada con la pregunta, la verdad, pero enseguida le contesté que sí, por supuesto. Entonces me trajeron un sacaleches.
Yo ya se lo había visto usar a mi compañera de habitación. Así que enseguida me puse a probar... Cual fue mi sorpresa cuando vi que salía "algo". Yo pensé que sería demasiado pronto, y lo cierto es que me habían advertido que, sin tener a los niños delante, sin ese "estímulo", era más difícil la subida de la leche, y, por lo tanto, si tardaba en subir, no debía preocuparme. El caso es que conseguí algo, muy poco, la verdad, pero, como le habían dicho a mi marido en la neo, que en el momento que tuviese algo de leche lo llevara para los niños... pues me parecieron muy importante esos escasos 10 cc. Cuando mi marido me contó que le habían dicho que muy bien, que se lo iban a dar a los niños... me sentí muy orgullosa. Había algo que podía hacer por mis hijos, aparte de sufrir por ellos y pedir a Dios que todo saliera bien. Mi leche.
Cada día iba saliendo más cantidad. Cuando estaba en el hospital ingresada, me sacaba la leche en mi habitación, sola, sin estímulos, pero... salía leche. Las enfermeras me dijeron que cuando me sacara la leche con los niños cerca, seguro que saldría mas cantidad, y así pasó cuando empecé a sacarme la leche en neonatología, con mis hijos delante.
Lo primero que hice al salir del hospital, antes de ir a casa, fue ir a comprar un sacaleches. Acababa de sacarme y tendría que volver a hacerlo en unas horas, mis hijos lo necesitaban. Así que ese mismo día, en casa, después de comer, empecé a sacarme leche, como lo haría en adelante, como un ritual, cada tres horas. Cada vez, conseguía mayor cantidad.
Luego, se puso muy pachucho Federico. Como no había suficiente leche para los tres, les daban alguna toma con leche de fórmula. Una especial para prematuros. Entonces la doctora dijo que al niño era mejor que sólo tomara leche mía. Ahora la necesitaba más que sus hermanas. En ese momento se convirtió en casi una medicina. Algún día logramos que tomaran exclusivamente leche materna, pero la mayoría de los días era lactancia mixta. Eso no me desanimaba. Yo sabía que unas gotas apenas de mi leche les servirían de mucho a ellos. Así me decían las enfermeras: "es oro líquido".
Llegué a sacarme hasta 250 cc de cada pecho, aunque sólo por las mañanas, ya que me permitía la licencia de no sacarme desde las 12 de la noche hasta las 7 de la mañana. Lo normal, era sacar unos 80 o 100cc de cada pecho por toma. Y entonces, empezamos a darles con biberón, hasta entonces se alimentaban a través de una sonda. Tardaban una eternidad en tomar 30 o 40cc. Yo miraba el reloj y decía: tres biberones a una hora cada uno... tres horas. Si tienen que comer cada tres horas... no voy a poder...
Un día vino una doctora y me dijo: Pon a Irene al pecho... a ver qué hace. Ufff. Qué nervios. La coloqué notó el pecho y... ¡empezó a chupar! Fueron unos segundos, porque enseguida se cansó y se puso a llorar porque no era capaz de sacar la leche. Se me saltaron las lágrimas. Llamé a mi marido por teléfono y le dije: Irene me ha regalado el momento más bonito de mi vida. Así era. Fue... especial, íntimo, tierno... no tengo palabras para definirlo. Es un milagro.
Cuando salió Irene del hospital, yo seguí sacándome leche en casa y cuando iba al hospital también. Salió Beatriz y seguí haciendo lo mismo. Entonces, salió Federico. Intenté hacer lo mismo, pero, con los tres en casa... no me daban las horas.
No tenía información, ni ayuda en ese aspecto. No conocía a nadie que pudiese asesorarme sobre el tema, ni tiempo para buscarlo. Intenté ponerlos al pecho, pero llevaban tanto tiempo tomando el biberón con la tetina abierta como para tomar una fabada que ahora no querían "trabajar" para conseguir lo que era tan fácil con el biberón. Lo dejé. Lloré. Me dio muchísima pena y rabia dejarlo. Yo sabía que esa leche era lo mejor que podía darles, pero me sobrepasó la situación.
Cuando lo dejé, los niños tenían tres meses. Es una espina que me queda clavada.
En ese momento no conocía la existencia de Multilacta, un grupo de apoyo para la lactancia de múltiples. Y sí. Es posible amamantarlos. Si otras lo han hecho, es que se puede. Seguro que es algo más complicado, que hará falta más paciencia y perseverancia, pero es posible.
Creo que es algo que no me planteé durante el embarazo. Estaba ocupada pensando en que aguantaran el mayor tiempo posible dentro de mí. O pensando cómo me las apañaría con los tres. El caso es, que después de que todo se precipitara, a la mañana siguiente de nacer los niños, la enfermera me preguntó si les iba a dar lactancia materna... me quedé un poco extrañada con la pregunta, la verdad, pero enseguida le contesté que sí, por supuesto. Entonces me trajeron un sacaleches.
Yo ya se lo había visto usar a mi compañera de habitación. Así que enseguida me puse a probar... Cual fue mi sorpresa cuando vi que salía "algo". Yo pensé que sería demasiado pronto, y lo cierto es que me habían advertido que, sin tener a los niños delante, sin ese "estímulo", era más difícil la subida de la leche, y, por lo tanto, si tardaba en subir, no debía preocuparme. El caso es que conseguí algo, muy poco, la verdad, pero, como le habían dicho a mi marido en la neo, que en el momento que tuviese algo de leche lo llevara para los niños... pues me parecieron muy importante esos escasos 10 cc. Cuando mi marido me contó que le habían dicho que muy bien, que se lo iban a dar a los niños... me sentí muy orgullosa. Había algo que podía hacer por mis hijos, aparte de sufrir por ellos y pedir a Dios que todo saliera bien. Mi leche.
Cada día iba saliendo más cantidad. Cuando estaba en el hospital ingresada, me sacaba la leche en mi habitación, sola, sin estímulos, pero... salía leche. Las enfermeras me dijeron que cuando me sacara la leche con los niños cerca, seguro que saldría mas cantidad, y así pasó cuando empecé a sacarme la leche en neonatología, con mis hijos delante.
Lo primero que hice al salir del hospital, antes de ir a casa, fue ir a comprar un sacaleches. Acababa de sacarme y tendría que volver a hacerlo en unas horas, mis hijos lo necesitaban. Así que ese mismo día, en casa, después de comer, empecé a sacarme leche, como lo haría en adelante, como un ritual, cada tres horas. Cada vez, conseguía mayor cantidad.
Luego, se puso muy pachucho Federico. Como no había suficiente leche para los tres, les daban alguna toma con leche de fórmula. Una especial para prematuros. Entonces la doctora dijo que al niño era mejor que sólo tomara leche mía. Ahora la necesitaba más que sus hermanas. En ese momento se convirtió en casi una medicina. Algún día logramos que tomaran exclusivamente leche materna, pero la mayoría de los días era lactancia mixta. Eso no me desanimaba. Yo sabía que unas gotas apenas de mi leche les servirían de mucho a ellos. Así me decían las enfermeras: "es oro líquido".
Llegué a sacarme hasta 250 cc de cada pecho, aunque sólo por las mañanas, ya que me permitía la licencia de no sacarme desde las 12 de la noche hasta las 7 de la mañana. Lo normal, era sacar unos 80 o 100cc de cada pecho por toma. Y entonces, empezamos a darles con biberón, hasta entonces se alimentaban a través de una sonda. Tardaban una eternidad en tomar 30 o 40cc. Yo miraba el reloj y decía: tres biberones a una hora cada uno... tres horas. Si tienen que comer cada tres horas... no voy a poder...
Un día vino una doctora y me dijo: Pon a Irene al pecho... a ver qué hace. Ufff. Qué nervios. La coloqué notó el pecho y... ¡empezó a chupar! Fueron unos segundos, porque enseguida se cansó y se puso a llorar porque no era capaz de sacar la leche. Se me saltaron las lágrimas. Llamé a mi marido por teléfono y le dije: Irene me ha regalado el momento más bonito de mi vida. Así era. Fue... especial, íntimo, tierno... no tengo palabras para definirlo. Es un milagro.
Cuando salió Irene del hospital, yo seguí sacándome leche en casa y cuando iba al hospital también. Salió Beatriz y seguí haciendo lo mismo. Entonces, salió Federico. Intenté hacer lo mismo, pero, con los tres en casa... no me daban las horas.
No tenía información, ni ayuda en ese aspecto. No conocía a nadie que pudiese asesorarme sobre el tema, ni tiempo para buscarlo. Intenté ponerlos al pecho, pero llevaban tanto tiempo tomando el biberón con la tetina abierta como para tomar una fabada que ahora no querían "trabajar" para conseguir lo que era tan fácil con el biberón. Lo dejé. Lloré. Me dio muchísima pena y rabia dejarlo. Yo sabía que esa leche era lo mejor que podía darles, pero me sobrepasó la situación.
Cuando lo dejé, los niños tenían tres meses. Es una espina que me queda clavada.
En ese momento no conocía la existencia de Multilacta, un grupo de apoyo para la lactancia de múltiples. Y sí. Es posible amamantarlos. Si otras lo han hecho, es que se puede. Seguro que es algo más complicado, que hará falta más paciencia y perseverancia, pero es posible.
Fuente: http://www.trillizos.net
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