20 de enero de 2013

La crisis de la pubertad


“Quieren más que los hombres mayores a sus amigos, allegados y compañeros... cometen excesos y actúan con vehemencia... aman demasiado y odian demasiado y así con todo... creen que lo saben todo y se sienten muy seguros de ello...”
Esta frase podría estar en boca de cualquier padre de un púber de 12 o 13 años. Sin embargo, salió de los labios de Aristóteles, seguramente en una soleada tarde de Atenas. Es que las condiciones económicas, sociales, culturales y religiosas cambian, pero a través de los siglos el cuerpo sigue empeñándose, tozudo, en provocar enormes terremotos en los niños cuando llegan a la pubertad. Estos se confunden, en algunos casos se resisten y casi siempre se asustan. Y uno de los resultados son los cambios de conducta que tan bien describía el filósofo griego hace más dos mil trescientos años.

Muchos lingüistas de andar por casa se apresuran a derivar el término adolescencia de "adolecer". No es exactamente así. Y si se quiere buscar un vocablo que se acerque un poco más a la definición de esta etapa de la vida, habría que optar por “crecimiento” o "inadaptación". El adolescente es un inadaptado en varios niveles. Por un lado sufre un gran cambio en lo físico, que a su vez le genera un intenso desajuste psicológico, definido por las crisis de identidad y por sentimientos de ambivalencia. Se pregunta "¿Quién soy?" y "¿Qué soy?" Y siente la dualidad de temer y desear a la vez cuestiones fundamentales para su vida como la emancipación y la vida sexual.


Para hacer la transición más sencilla, casi todas las culturas antiguas celebraban la llegada de la pubertad con ciertos ritos iniciáticos. El paso de los siglos fue erosionando estas costumbres y en la actualidad prácticamente se ignora voluntariamente esta etapa y los padres sólo esperan tener la menor cantidad de problemas con los nuevos “ex - niños”.

Por su parte, todo esto al cuerpo no le importa y, haciendo oídos sordos al desprecio y la indiferencia sociales, cuando llega la hora empieza a hacer subir los niveles hormonales. Y los sorprendidos niños se asombran, fascinan y asustan al ver que les cambia la voz, les empiezan a salir pelos y granos en lugares a los que hasta entonces casi no le prestaban real atención, les crecen los pechos, sangran y derraman semen.

La licenciada Beatriz Goldberg, psicoanalista argentina y autora de “Tengo un adolescente en casa ¿Qué hago?” (a punto de ser reeditado) asegura: “La pubertad es el proceso que lleva de la niñez a la adolescencia. Se habla poco del tema porque a los padres les incomodan los síntomas internos y externos que viven sus hijos. Básicamente porque los cambios todavía no son visibles. Es decir, la metamorfosis está en proceso pero tienen a la vista un cuerpo de niño. Entonces les choca más que sus “nenes” tengan sus primeras pulsiones sexuales cuando todavía no salieron de la escuela primaria que cuando lucen un cuerpo de adolescente”.

LOS CAMBIOS TAN TEMIDOS

El proceso puberal se inicia entre los 9 y los 10 años entre las niñas y los 11 y los 12 entre los varones. De un día para otro, los chicos comienzan a percibir que “algo” les está ocurriendo. Incómodos y preocupados, sienten intriga y miedo por los nuevos impulsos (sobre todo en lo sexual) y a la vez se enamoran de sí mismos y su cuerpo. De hecho, es normal verlos pasar mucho tiempo frente al espejo admirándose. Paradójicamente, también es común que descuiden su cuerpo al vestirse o asearse. Es la consecuencia de la negación de su nuevo aspecto. Tratan de hacer “como si no existiera”.

“A pesar de que los chicos están mucho más sueltos que en épocas anteriores –agrega la Licenciada Goldberg- y que los medios de comunicación, que tocan casi todos los temas sin tapujos, les proveen mucha información, todavía todo lo que tiene que ver con la primera relación sexual los espanta. Sin distinción de sexo. Además, otra de las cuestiones que descolocan al púber es que se empieza a esperar de él actitudes de adulto. Esto lo obliga a dejar de refugiarse en el rol de chico y por eso debe reacomodarse. Sufre porque se siente extraño con su cuerpo. Lo percibe como un saco prestado, que no está hecho a su medida. Por momentos le fascina su nuevo aspecto, pero en otros quisiera volver a su antiguo rol. Para colmo los adultos, por su propia incomodidad, suelen burlarse de ellos. Esto afecta a los chicos según su carácter y educación. Algunos se divierten y no hacen otra cosa que hablar del tema. En tanto, otros más introvertidos tienden a aislarse y los chistes los lastiman”.

Es frecuente que los chicos no puedan verbalizar sus temores: “¿Seguiré creciendo?”, “¿Toda la vida tendré estos granos en la cara?” o “¿Es normal que le pase esto a mis genitales?”. Estos miedos, si no son tomados a tiempo, pueden generar angustia, ansiedad y depresiones que paralizan al chico y a veces llegar a transformarse en traumas que se arrastrarán de por vida.

LA LLAMADA DE LA NATURALEZA

La llegada de la menstruación (oscila entre los 9 y los 16 años) le suele provocar a las chicas sin información repentinos ataques de miedo a estar enfermas y a la muerte. Siglos de vergüenza y represión crearon eufemismos como “el mes”, “esos días” y hasta “el asunto” para evitar llamar las cosas por su nombre. De hecho, las mujeres ni siquiera tienen un nombre simpático para hablar de su vagina. Mientras los niños se refieren, por ejemplo, al “pajarito”, la "picha" o el “pito”, las nenas apenas disponen de palabras "amables" para referirse a sus genitales.

Las irregularidades en los primeros ciclos menstruales surgen a veces por errores de cálculo (computar treinta días en lugar de veintiocho) o debido a la falta de progesterona debido a la inmadurez del proceso puberal. Esto suele provocar grandes preocupaciones en las madres. Aunque por suerte ya casi no se escuchan aquellos mitos tan populares hace un par de décadas. Como temer que "la sangre se le vaya a la cabeza a la nena y se vuelva loca" o restringir la gimnasia, los baños y la alimentación durante el período.

Tal vez uno de los síntomas más inofensivos (y por qué no decirlo, también divertidos para el que no lo sufre) es el cambio de voz en los varones. Crece la laringe, la nuez de Adán se desarrolla y el resultado es que el chico debe huir del coro de niños porque sus repentinos graznidos arruinan la obra. Los chicos deben reacomodarse a su nueva voz del mismo modo que lo hacen con su nuevo cuerpo. Y es una de las manifestaciones más gráficas de que algo está cambiando porque no se la puede ocultar.

El correlato visual y táctil al cambio de voz es la aparición de unos pelos en la cara que no son ni vello ni bigote, un estirón porque los huesos no están osificados, y... el molesto acné. La piel de los chicos se llena de pustulentos volcanes que los deja en evidencia de que están creciendo. Es una de las más comunes causas de angustia entre los adolescentes porque “¿Qué chica va a querer bailar con una espiga de maíz, llena de granos?”. No deberían preocuparse porque el problema es pasajero y, además, todos lo sufren en mayor o menor medida.

Y, como para completar la percepción del cambio con los cinco sentidos, el proceso se caracteriza por un nuevo y mucho más intenso olor corporal. Otros cambios son el aumento de la estatura y el peso, la cara de niño que desaparece, la frente se eleva y ensancha, la boca se agranda y los labios se vuelven más gruesos, sobresale la barbilla, la cabeza se hace proporcionalmente más pequeña y el corazón y los órganos reproductivos aumentan de tamaño.

El período de la pubertad termina simbólicamente con las primeras menstruaciones (menarquía) en las niñas y con la primera eyaculación (espermaquia) en los varones. Se trata de un proceso relativamente corto pero sumamente crítico. Es por eso que después de casi dos siglos y medio, las palabras del filósofo y pedagogo francés Juan Jacobo Rousseau tampoco pierden vigencia: “Nacemos, por así decirlo, dos veces: una para existir y otra para vivir. Hasta la edad núbil, los niños de ambos sexos no tienen nada que los distinga. Pero el hombre no está hecho para quedarse siempre en la infancia. Tal como el bramido del mar precede con mucha anticipación a la tempestad, esta tormentosa revolución se anuncia por medio de las pasiones nacientes. Un cambio en el humor, arrebatos frecuentes, una continua agitación del ánimo hacen al niño casi indisciplinable. Se vuelve sensible antes de antes de saber lo que siente. Pero si su vivacidad se torna demasiado impaciente, si su arrebato se convierte en furor, si vierte lágrimas sin causa, Ulises, ¡Oh sabio Ulises! Ten cuidado. Los vientos se han desencadenado. No abandones ni un instante el timón o todo estará perdido”.

CONSEJOS PARA ADULTOS

Una de las características de la transición adolescente es la de querer salir de abajo del ala protectora de sus padres para empezar a aprender a volar. Por eso el muchacho intentará demostrar y, fundamentalmente, demostrarse que no necesita más a los adultos. El miedo que le genera la sensación de soledad lo impulsan a refugiarse en sus pares: “La banda de amigos”. Esta etapa va cediendo cuando llegan los primeros noviazgos. Sin embargo, la responsabilidad del adulto no se licúa durante esta etapa. Más bien todo lo contrario, porque es uno de los períodos más peligrosos en la vida de los hijos. Ya que son fácilmente influenciables. Entonces, ¿cómo manejar ese equilibrio entre libertad y ojo vigilante? Aquí van algunas ideas:

  • Los padres deberían hacer vivir los cambios no como el agobio de las responsabilidades que llegan sino como un momento de felicidad. A veces ciertos dolores menstruales son fruto de la tensión y los nervios por cómo se le transmitió a la chica que sería el proceso.
  • En principio, los padres no deben tenerle miedo a sus hijos. No creer que porque el chico se muestre hostil o huidizo no necesita apoyo. Se les debe hacer saber que están disponibles sin presionarlos para que accedan al diálogo. Una charla de desahogo puede transformarse fácilmente en una sesión de interrogatorio si no se tiene cuidado.
  • A veces los chicos se aíslan. Se debe buscar el momento adecuado para insistir pero teniendo cuidado de no ahogarlos.
  • Tener en cuenta que los chicos suelen sobredimensionar sus problemas. Por eso deben saber que pueden hablar hasta de lo más grave. Sin tabúes.
  • Conviene que los chicos escuchen en casa (no en la escuela o en el club) por primera vez de estos temas. Dependerá de la personalidad del hijo el momento para hablar.
  • Es bueno hacerles saber que se ven más bellos con su nuevo aspecto.
  • Prestar atención a cualquier cambio en el cuerpo. Descubrirlo a tiempo puede ayudar a anticipar conflictos fruto del miedo.
  • Es importante poner límites. Esto no hará que los hijos pierdan el respeto por sus padres. Mas bien, si son lógicos y fruto del sentido común, pasa lo contrario. No hay que acercarse al chico como un amigo, un padre dubitativo pierde su rol. Y al prohibir algo hay que exponer las razones. Pero no hay que ponerse como ejemplo al estilo “a mí me pasó”.
  • Los adolescentes necesitan privacidad para llegar a tener una vida propia. Dársela es demostrarles respeto.
  • Sin embargo, conviene que la televisión y sobre todo la computadora, estén en una habitación común y no en sus cuartos.
  • Hay que hacerles ver que por más que ya no son chicos se los sigue queriendo. Se debe prestar atención a esto en los casos en que haya hermanos y sólo uno está en edad del desarrollo.
  • Los detalles de la sexualidad hoy están al alcance de cualquier niño que quiera conocerlos. Incluso algunas escuelas dan clases de educación sexual. Es importante hablar del tema con ellos, chequear qué entendieron y conviene saber en qué etapa están con sus noviecitos/as (besos, caricias, etcétera) sin entrar en detalles.
  • Los padres deben interiorizarse en las nuevas tecnologías para mantenerse al día ellos y poder entender mejor a sus hijos.
  • Tal vez lo más importante: el hijo ya no es un nene, mucho menos un bebé. Por eso hay que escucharlo y tener en cuenta su punto de vista. Por su parte, ellos están deseosos de escuchar consejos y recibir límites. Por más que puedan merecer un premio Oscar a la “mejor actuación familiar” por lo bien que lo disimulan.

CONSEJOS PARA PUBERES

Es común que los artículos que versan sobre la adolescencia y pubertad incluyan consejos o recomendaciones para los padres. Sin embargo, los que verdaderamente están sufriendo los cambios suelen ser dejados de lado. Por eso aquí hemos recopilado una serie de conceptos destinados a que los “proyectos de adolescentes” puedan disfrutar a pleno de una etapa irrepetible de sus vidas.

  • Lo primero que necesitas saber es que deberías vivir con alegría estos cambios corporales porque te quedan bien. Por más que a veces te sientas raro o feo la naturaleza se está encargando de convertirte en un bello joven.
  • Los granos son provisorios y con el tiempo se van. Y si te molestan demasiado hay tratamientos ( jabones, cremas, lociones y pomadas) muy buenos y efectivos para combatir el acné. Tomar sol es también una buena manera de limitarlos.
  • Los adolescentes deben permitirse experimentar con la forma de vestirse hasta encontrar cuál es el estilo con el que se sienten más cómodos. Debes hacerse respetar por tus padres si quieres ponerte una prenda más o menos ajustada. Si tienes ganas de “echarte una carpa” encima o si, por el contrario, te gustaría que se te marquen las nuevas formas del cuerpo, adelante. Sin escandalizar, claro.
  • No deberías sentirte ansioso cuando veas que otros chicos ya produjeron los cambios. Al final les van a llegar a todos y no es sano compararse porque cada uno tiene su ritmo y nunca son iguales. Debes darte tu tiempo porque la vida es larga y cada etapa merece ser disfrutada a pleno.
  • Tampoco seas cruel con aquellos que todavía no se desarrollaron. Recuerda todo lo que sufriste ante las burlas y ponte en su lugar.
  • En la sociedad los períodos de transición como la pubertad no son recibidos con alegría y muchos hasta los ven con espanto. Pero ¿qué importa realmente tener un feo grano en la punta de la nariz o pasar por el susto de un cambio de voz si se sabe que son procesos naturales para convertirse en adultos? Después de todo no es un precio alto.
  • Los senos adolescentes son muy fibrosos y el cambio definitivo dura entre cinco y nueve años. Al principio, un sostén tipo “top” es suficiente. Pero debe ir adaptándose de acuerdo al tamaño, con la premisa de que nunca oprima.
  • A la hora de acercarte a una chica o un chico de la misma edad no tienes que hacerlo con vergüenza porque lo más probable es que esté pasando por un proceso similar y no va a juzgarte (recuerda que tiene o tuvo tus mismos temores).
  • Si un adulto se mofa de tus cambios ten en cuenta que lo hace porque se siente incómodo porque te ve crecer y no porque seas ridículo o digno de burla.
Por Gustavo Masutti Llach, del blog Ve her şey

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