El autocontrol es uno de los objetivos que se pretenden cuando se educa a un niño.
En un primer momento, educamos ‘desde el exterior’, con normas, sanciones, premios, etc. Pero lo que pretendemos es que el niño interiorice lo que intentamos enseñarle y que actúe más adelante sin necesidad de que nadie le recuerde lo que debe hacer.
Y sin esperar ningún premio ni alabanza por ello.
Nuestro objetivo es que el niño sea independiente y que él mismo se motive y autocontrole a hacer lo que considere correcto. Es decir, queremos que no dependa de los premios externos sino de la satisfacción interna de hacer las cosas como piensa que deben hacerse.
¿Cómo ayudar al niño a ir adquiriendo poco a poco ese autocontrol?
Una manera muy sencilla es la de cambiar la manera de elogiarles, poniendo el énfasis no tanto en lo contentos que estamos porque haya obrado bien, sino en lo contento que debe de estar él.
Así, por ejemplo, sería mejor decir: “Debes sentirte muy bien después de haber acabado las tareas”, en vez de: “Me parece genial que hayas acabado las tareas”.
Otra manera de estimular el control interno es recordarle si se ha felicitado a sí mismo.
Por ejemplo, comentarle: “Te habrás dicho a ti mismo que has cumplido con tu obligación, ¿verdad?”
De esa manera vamos favoreciendo el control interno más que el externo. Y en eso consiste el autocontrol.
En un primer momento, educamos ‘desde el exterior’, con normas, sanciones, premios, etc. Pero lo que pretendemos es que el niño interiorice lo que intentamos enseñarle y que actúe más adelante sin necesidad de que nadie le recuerde lo que debe hacer.
Y sin esperar ningún premio ni alabanza por ello.
Nuestro objetivo es que el niño sea independiente y que él mismo se motive y autocontrole a hacer lo que considere correcto. Es decir, queremos que no dependa de los premios externos sino de la satisfacción interna de hacer las cosas como piensa que deben hacerse.
¿Cómo ayudar al niño a ir adquiriendo poco a poco ese autocontrol?
Una manera muy sencilla es la de cambiar la manera de elogiarles, poniendo el énfasis no tanto en lo contentos que estamos porque haya obrado bien, sino en lo contento que debe de estar él.
Así, por ejemplo, sería mejor decir: “Debes sentirte muy bien después de haber acabado las tareas”, en vez de: “Me parece genial que hayas acabado las tareas”.
Otra manera de estimular el control interno es recordarle si se ha felicitado a sí mismo.
Por ejemplo, comentarle: “Te habrás dicho a ti mismo que has cumplido con tu obligación, ¿verdad?”
De esa manera vamos favoreciendo el control interno más que el externo. Y en eso consiste el autocontrol.
Fuente: www.psicologoescolar.com
Dificil tarea educar a los niños..a ciertas edades la reflexión hacia el trabajo hecho, estimulacíon positiva, autocontrol,... pero cuando son pequeños con sus rabietas, realmente no sabes cómo actuar! No entienden, no razonan y con sus lloros me dejan KO! Sol, es complicado, pero voy leyendo vuestras entradas y voy cogiendo ideas.
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