Como padres, les enseñamos día a día a seguir las rutinas y a aprender esos hábitos. Esta acción será doblemente eficaz si desde el colegio o escuela infantil se trabaja a la vez en los mismos objetivos.
Desde casa debemos enseñarles el sentido que tienen las normas y lo que significa la responsabilidad. Para ello, les educaremos apoyándonos en una autoridad positiva, mostrándoles las vías correctas del buen hacer y marcándoles unos límites y unos objetivos, para que puedan ser constantes en sus metas.
Para ser eficaces en nuestros objetivos debemos tener claro que:
- La autoridad implica hacer uso de nuestro saber y nuestra experiencia para orientar a nuestros hijos a través de unas normas -pocas y claras- y unos límites que les ayuden a adquirir conciencia de una conducta apropiada en su quehacer diario. Por el contrario, el autoritarismo implicaría hacer uso malos modos, del abuso y de la sumisión de la persona; educaríamos erróneamente basándonos en la obediencia ciega y en el miedo. De este modo, los niños no serían capaces de elegir entre varias alternativas porque se les negaría la capacidad de tomar decisiones, proceso fundamental para que vayan aprendiendo a resolver cuestiones en la vida.
- En el establecimiento de los límites, normas, objetivos o hábitos hay que utilizar un lenguaje coherente, para hacernos entender. Es importante valorar la edad del niño y su personalidad. En todo proceso educativo hay un periodo de aprendizaje; debemos ser pacientes y ofrecer opciones o alternativas, dar la posibilidad de negociar y explicar lo positivo, lo negativo, así como las consecuencias de sus acciones.
- Para que las normas sean seguidas con cierta regularidad y coherencia, debemos considerar las siguientes recomendaciones:
- Ser firmes en nuestras decisiones. Evitar amenazas vacías y no ceder ante sus más mínimas presiones; evitar decir SÍ en la misma frase en la que ya hemos dicho NO. Si queremos que nos respeten, debemos tener credibilidad.
- Nunca debemos insultarles. Sería un ataque directo a la autoestima del niño y perderíamos puntos en nuestra propia dignidad. Debemos ser capaces de hacerle ver que estamos enfadados con la situación, no con él, y eso es, fundamentalmente, lo que queremos que comprenda.
- No debemos sermonear. La regañina con sermón representa para los niños un monólogo repetitivo y monótono, por lo que muy pronto dejarán de escuchar.
- No usar ningún modo de violencia -verbal, gestual o física- y sí la Inteligencia Emocional. Lo que de verdad queremos es que nuestros hijos aprendan a dominar sus emociones y que consigan sus metas de una manera razonada. Mediante el diálogo debemos ayudarles a la construcción de sus propias ideas.
En resumen, lo importante es orientar a nuestros hijos en su desarrollo, valiéndonos de nuestras convicciones y valores, y también de nuestra condición de “ser padres”. Hay que enseñarles que las normas, hábitos y límites son educativos, haciendo uso de una autoridad positiva, de respeto, de paciencia y de mucho amor.
Por Ana Mª Aguirre.
Extraído de la web http://www.dormirsinllorar.com
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