Medio millón de niños de EEUU toman antidepresivos. Retalin, píldora «mágica» contra la hiperactividad, arrasa. La depresión, que afecta al 8%, y el sobrepeso, que amarga al 26%, dibujan un panorama sombrío para la infancia en ese país. En España se advierten los primeros síntomas del mal. Los expertos apuntan una solución: la paternidad con apego. O sea, acercarse a los hijos, tocarles, cubrir sus necesidades... Como antes
Nos atenemos a los síntomas... Más de tres millones de niños estadounidenses toman diariamente Ritalin, la píldora mágica contra la hiperactividad.Medio millón de menores de ocho años le dan a los antidepresivos como el Prozac, ahora que es legal. También es legal tomar píldoras adelgazantes como el Xenical a los 12 años, por aquello de combatir la obesidad infantil. Y ahora parece que han descubierto en los críos el síndrome de fatiga crónica, otro mal robado antes de tiempo al mundo de los adultos.
Podríamos hablar también de la violencia, de cómo se está propagando peligrosamente por las guarderías de Estados Unidos, de cómo 19 colegiales de cinco y seis años fueron expulsados en Filaldelfia por llevar un arma a clase el curso pasado, de cómo los profesores han denunciado «una explosión de problemas emocionales y de conducta» en los pequeños en los últimos cinco años, de cómo en decenas de distritos se están creando correccionales para niños conflictivos a partir de los seis años. Así está el patio, y no es cuestión de amargarle los Reyes a nadie, mucho menos a los niños, que al fin y al cabo son víctimas de esta sociedad que entre todos hemos creado.
Y cuando hablamos de los niños nos referimos también a los españoles, parientes cercanísimos de los norteamericanos. Se calcula que el estrés afecta a cuatro de cada diez menores de este país.La depresión deja su muesca amarga en el 8% de los más pequeños.El sobrepeso afecta al 26% de la población infantil, el doble de hace 15 años. Aún no tenemos el problema de la sobremedicación, que salta a las portadas de las revistas de EEUU. Pero los síntomas empiezan a ser los mismos, y también la tentación de combatirlos por la vía rápida.
«Es sólo cuestión de tiempo que esa pauta se exporte a Europa», se lamenta el psicoterapeuta Rafael Garoz. «Es una contradicción el intento de preservar la infancia jurídicamente, con principios universales, y luego combatir los problemas de los niños a base de pastillas. Eso desembocará en un mundo más feo y deshumanizado».
Garoz sabe por experiencia directa lo que se está cociendo en las familias españolas, que no es muy distinto al pan de cada día en los hogares norteamericanos. «Estamos llegando a un abandono fáctico de los niños», admite con cierta pesadumbre. «Sálvate tú, que es lo que han hecho tus padres: ésa será ahora la consigna».
Y cuando lleguen los problemas, el recurso fatídico a la píldora mágica. «Para la industria farmacéutica siempr será mejor combatir el problema con un medicamento antes que atajar el problema por la raíz, concluye Rafael Garoz. Muchos profesionales acusan a los estadounidenses precisamente de eso: de confundir causa-efecto y de no afrontar los problemas desde la base. Resulta más productivo recetar antidepresivos que plantearse las razones...
La industria farmacéutica lleva más de una década oliéndose el filón de la infancia, presionando a las autoridades sanitarias para que baje el listón y promocionando las píldoras en la televisión cuando los pequeños aún están despiertos. Sólo así se explica el éxito insospechado de productos como el Prilosec, para combatir la acidez de estómago, consumido a diario por más de 250.000 niños en EEUU. O el Aricept, usado para combatir el Alzheimer y redescubierto para tratar el déficit de atención y la hiperactividad, donde sigue sin tener rival el Ritalin. La fiebre de este medicamento es tal que en muchas escuelas se ha popularizado la hora R, para que los niños aquejados de hiperactividad tomen la píldora que a diario les suministra la profesora.
Muchas veces son los centros escolares quienes se la recomiendan a los padres de niños conflictivos: «¿Y han probado ustedes con el R...?». En otras ocasiones, son los propios padres quienes presionan al pediatra, convencidos de que la píldora servirá para mejorar el rendimiento escolar del niño.
«¿No estaremos convirtiendo los problemas comunes de críos en patologías que no son tales?», se pregunta el doctor Stephen Borowitz, profesor de Pediatría de la Universidad de Virginia y uno de los detractores más visibles de la sobremedicación."La gente está obsesionada con ponerle etiquetas a sus problemas y encontrar un tratamiento fácil a lo que tienen. Me temo que los niños están adoptando la misma actitud».
«El mundo de la infancia no es de color de rosa», replica por su parte José Luis Pedreira, psiquiatra infantil del Hospital Niño Jesús de Madrid, que lamenta el retraso que hay en España en este terreno. Aquí, el 15% de chavales que sufre trastornos emocionales, y un 30% de los niños que acude al pediatra, sufre alteraciones afectivas. En algunos casos, la medicación con psicofármacos se hace necesaria. Eso sí, bien administrada, y por supuesto con un entorno familiar adecuado».
Pedreira insiste en la importancia del entorno diario y recuerda que el factor más estresante para un niño puede ser «la falta de referentes en una familia». El psiquiatra infantil apunta en otra dirección que salta también a la vista: el uso abusivo de la televisión, los videojuegos y el ordenador. Los expertos hablan del «tiempo de pantalla», que ronda entre las dos y las tres horas diarias y tiene una influencia muy directa en la conducta de los menores (10.000 anuncios al año tienen que causar algún tipo de daño).
Dos estudios recientes, auspiciados por la Kaiser Family Foundation y por Children's Digital Media Centers, han demostrado la relación íntima entre la televisión y la obesidad infantil, y entre el tiempo que se dedica a ver la televisión y la capacidad para leer (menor cuanto más horas se pasan delante de la pantalla).El primer estudio revela que el 43% de los norteamericanos menores de seis años tiene una televisión propia en su cuarto, y que el 37% usa el ordenador a diario.
Los medios de comunicación, más que ningún otro factor, están contribuyendo a la creación de ese «niño apresurado» que el psicólogo David Elkind estudió por primera vez hace 20 años. El propio Elkind, en el prólogo a la enésima edición de su celebrado libro The Hurried Child, nos prevenía ya contra el mito del «Superniño», como proyección de las ansiedades y los complejos de culpa de los padres. «Como Superman, Superkid tiene espectaculares poderes y habilidades precoces que podemos explotar con total impunidad», escribe Elkind. «Los padres quieren a sus hijos, pero no tienen tiempo ni energías para dedicárselas a la infancia, así que delegan en otros desde edades bien tempranas».
Los padres compensan el poco tiempo que le dedican a sus hijos embarcándoles en una maratón de actividades. Les están contagiando el mismo mal: la programación excesiva, la carrera de obstáculos...Los niños de EEUU han perdido el 25% de su tiempo libre en las dos últimas décadas. Hasta para jugar con los amigos se requiere cita previa.
LA DICTADURA ESCOLAR
Y luego, las escuelas. Horarios más largos, vacaciones más cortas, más exámenes... En opinión de David Elkind, el colegio sigue siendo el factor estresante número uno para muchos menores, por mucho que a ciertos padres les cueste reconocerlo: «Lo que resulta increíble es que las escuelas sigan reproduciendo el modelo de la factoría industrial, ahora que la factoría está ya obsoleta».Según Elkind, el resultado más o menos previsible de este tren de vida que llevamos es el «niño apresurado», con los resultados que estamos viendo estos días: «A millones de niños les dan medicinas para hacerles más tratables en las escuelas y en sus casas».
El antídoto del hyperparenting o la paternidad frenética ha surgido también en EEUU, como reacción a este modelo. El attachment parenting, o paternidad con apego, promueve precisamente la proximidad y el vínculo estrecho entre padres e hijos.
Avril Dannenbaum dirige el grupo de attachment parenting en Nueva York. «Somos padres de muy diversa procedencia, pero con unas ideas parecidas de cómo queremos cuidar a nuestros hijos. Unos repetimos lo que vimos a nuestros padres, otros ensayamos nuevas fórmulas y descubrimos que lo que hacíamos tenía un nombre».
Lo que procuran es fomentar la cercanía entre padres e hijos, desde el momento del parto (natural), pasando por la lactancia prolongada, la cama compartida, la respuesta instantánea al llanto, el contacto físico y todo aquello que, según el psiquiatra John Bowlby, es una «necesidad emocional y biológica de los niños».Los grupos de paternidad con apego están proliferando en EEUU, Australia y Gran Bretaña, impulsados por el popularísimo doctor William Sears, que no deja de enumerar beneficios en la salud y en el equilibrio emocional de los pequeños.
«Yo no creo que lo importante sea lo que consigas de tus hijos, sino que estés haciendo con ellos lo que debes hacer», nos corrige sobre la marcha el también pediatra Carlos González, autor de Bésame Mucho (Temas de Hoy). «Yo pienso que hay que cogerles en brazos cuando lloran porque están intentando decirte algo, y es absurdo pensar que te están manipulando. Pero la verdad es que no se les va a malcriar por cogerles demasiado, ni por meterles en la cama contigo cuando son pequeños. Es algo que se ha hecho históricamente en casi todas las culturas».
CONTRA LAS «MARUJAS»
«La revolución industrial alejó a los padres de los hijos, y ahora estamos alejando a las madres», se lamenta Carlos González.«Las propias mujeres miran con hostilidad a las que se quedan en casa y las llaman marujas. Y si eres hombre, no te digo...Luego tenemos todas estas políticas supuestamente familiares que consisten en crear 30.000 plazas de guardería. Eso sí, si renuncias al trabajo y te quedas en casa a cuidar de tus hijos no ves un euro».
«El desarraigo y los problemas afectivos de los críos se deben muchas veces a que no tienen una vida familiar cálida», comenta Catalina Mas, de la asociación mallorquina Neixer i Creixer (Nacer y Crecer). «Nuestro objetivo es apoyar la maternidad y la paternidad, y vivirlas de una manera activa y consciente». Catalina, madre de tres hijos, cree tener claras las raíces del problema: «Vivimos en un mundo competitivo en el que prima sobre todo el individualismo.Todo lo que requiere esfuerzo a cambio de nada no se acepta.Se nos vende a los niños como cargas y nos olvidamos de lo que son: un espacio de felicidad y una oportunidad para el crecimiento personal».
En Madrid, Laura Ortiz lleva también varios años bregando contra la corriente con la asociación Natalidad y Trabajo. Laura, periodista de 34 años, admite que su mejor profesión es «ser madre» de sus tres hijos pequeños... «Pero hay quien me dice que después de todo lo conseguido por la cacareada revolución femenina, lo mío es una vuelta a las cacerolas y a la cocina».
Nada más dejar su trabajo, empezó a percibir esa «indiferencia social» y ese «silencio molesto en cenas y encuentros». Aún sueña con el día en que sea posible conjugar la crianza con el salvaje mundo laboral, y en que no haga falta arrancar a los hijos de los brazos de sus padres. «Si queremos adultos independientes, tenemos que acompañar a los niños en sus primeros años».
CARLOS FRESNEDA / JAVIER CABALLERO
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