Me llamo José Antonio y soy padre de dos hijos además de compartir la crianza de otros tres hijos de mi mujer.
Mi primer hijo, fruto de mi primer matrimonio nació hace 10 años en un parto por cesárea probablemente no necesaria y fue alimentado con leche artificial desde el quinto día de vida. En aquel momento me pareció bien poder compartir la crianza alimentando a mi hijo con biberón . Mi hijo se calmaba en mis brazos con facilidad usando el chupete. Su madre no era imprescindible.
Hace 6 años me separé y me casé de nuevo con una mujer madre de tres hijos, comadrona, y asesora de lactancia. Decidimos tener nuestro hijo y la experiencia me llevó al extremo opuesto. Pude sentir junto a ella abrazándola como nacía nuestro hijo en un precioso parto natural en el que participé al máximo. Tuve el privilegio de mantener caliente a mi recién-nacido piel con piel mientras mi mujer alumbraba la placenta y pude dormir con ella y mi hijo desde la primera noche y cuidarlos a los dos.
Conseguí días de fiesta suficientes para pasar el primer mes en casa. Mi mujer pasaba el día amamantando con mucha frecuencia y yo procuré que no tuviera que hacer ninguna tarea doméstica. Y me hice cargo al máximo de los hijos mayores. Estaba atento a todas sus necesidades. Ella me llamaba bromeando “Mi esclavo puerperal”, yo reconocía que su labor era muy intensa y dura y que cuidándola a ella estaba cuidando a mi bebé.
Emocionalmente las mujeres pasan por una etapa en el post-parto en la que necesitan mucho apoyo y cariño continuo para salir adelante.
Me di cuenta de que yo no tenía que cuidar al bebé si no era a través de la madre.
Mi hijo sólo se calmaba con ella y parecía que no quería saber nada de mí. Al principio me chocó y me costó de aceptar. Me daba cuenta de que mi hijo y su madre tenían un vínculo muy estrecho que yo no había visto entre mi primer hijo y la suya.
Estaban muy enamorados. Yo también lo estaba de ellos pero no podía calmar al bebé cuando mi mujer no podía estar por el algunos cortos ratos y ello me hacía sufrir.
Un día a escondidas compré un chupete. Estaba seguro de que si mi hijo lo chupaba se consolaría como mi primer hijo en mis brazos. Pero el niño lo escupió y mi mujer cuando lo vio lo tiró a la basura algo disgustada.
Poco a poco mi hijo ha crecido, ahora tiene 6 meses, sus necesidades han cambiado y me busca, me sonríe y le gusta jugar conmigo.
Me doy cuenta del valor tan grande que tiene la lactancia materna y de que lo normal es que la madre sea imprescindible para el bebé y la figura del padre sea secundaria para él al principio, aunque muy necesaria para la mamá.
Ahora entiendo mi papel de padre, veo que todo funciona bien y que mi apoyo a su madre ha tenido mucho que ver en lo sano, hermoso y feliz que se ve a mi hijo.
No hay que compartir la alimentación del bebé para sentirse participe como padre. Amamantar es lo único que SÓLO ella puede hacer. Nosotros podemos mecer, abrazar, consolar, bañar, pasear, jugar, cambiar el pañal…
Desde el principio de nuestra relación acompaño a mi mujer a todos los cursos, congresos y jornadas de lactancia en los que participa con mucho interés y aprendiendo mucho. He venido a estas jornadas para que ella pueda dar una ponencia esta tarde, mientras nuestro hijo la mira desde mis brazos.
Gracias por escucharme.
José Antonio Trillo
(José Antonio Trillo es compañero de Inma Marcos, asesora de Alba Lactancia Materna y matrona)
No hay comentarios:
Publicar un comentario