Los bebés humanos tienen un periodo de dependencia con sus padres muy largo y necesario no sólo para satisfacer sus necesidades corporales sino las emocionales con las que se enfrentarán a la vida el resto de sus días. Esta dependencia unida a los consejos de crianza que persiguen conseguir una autonomía rápida por parte del bebé, dificulta y complica mucho la crianza, y conduce a veces a la búsqueda de consejos o información teórica sin dejar aflorar lo que el instinto maternal dice y que ayudaría a generar en los padres más seguridad y menos dependencia.
El organismo en desarrollo está programado física y neurológicamente para actuar en cada hábitat de forma que consiga sobrevivir. Los comportamientos que se generan están diseñados para funcionar en el hábitat esperado: el hábitat determina la conducta, los estímulos surgidos activan el sistema nervioso autonómico y las hormonas y hacen que los músculos trabajen con el propósito de asegurar las necesidades biológicas del organismo: oxigenación, calor, nutrición y protección.
En el hábitat inadecuado todos los mamíferos tienen la respuesta protesta (desesperación o angustia), que fue descrita en los orfelinatos tras la Segunda Guerra Mundial. La protesta, se entiende como el llanto y actividad intensa destinados a llamar la atención para ser devueltos al hábitat natural; la desesperación es la respuesta de desconexión del medio, que se puede acompañar con disminución de la temperatura corporal y ritmo cardíaco, y, la liberación masiva de hormonas del estrés. Llorar, es nocivo para los recién nacidos, aumenta el riesgo de hemorragia intraventricular y dificulta el inicio y mantenimiento de la lactancia.
Esta respuesta de angustia a la separación, también se ha observado en niños que se encuentran en cunas, donde lloran hasta diez veces más que los bebés que se encuentran piel con piel con su madre.
Hay métodos de "modelado de conducta" que dejan fuera las emociones. Son métodos de extinción de respuesta: el niño deja de llorar porque aprende que no va a ser atendido. El niño come algo que no le gusta o que no necesita (lo que sea que el progenitor le haya puesto en el plato) por miedo al castigo, o porque no le queda más remedio. Otro ejemplo es enseñar a los niños que por mucho que lloren, sus demandas, sus necesidades emocionales, no van a obtener una respuesta de las personas que más los quieren: sus propios padres. Aunque los seguidores de esta metodología defienden que no existe evidencia de que dejar a un bebé llorando solo le produzca daño, vale la pena destacar que hay una gran diferencia entre la “no evidencia de daño” y “evidencia de que no produce daño”. Hoy en día, se sabe que enseñar a los niños a dormir en estas condiciones no produce beneficios físicos ni psíquicos.
Se ha visto que el apoyo de las madres y los padres desde el nacimiento ayuda a un mejor desarrollo y volumen del hipocampo, una región clave en la memoria y en la modulación del estrés ya que el cortisol de manera crónica es un tóxico.
La Asociación Australiana de Salud Mental Infantil (AAIMHI) advierte que “el llanto controlado no se sincroniza con las necesidades del niño en cuanto a la salud fisiológica y emocional y podría tener consecuencias negativas no intencionadas”. Aconseja: "Los bebés son más propensos a formar apegos seguros cuando se responde en forma oportuna a su angustia. Un apego consistente, apropiado y seguro en la infancia es la base para una buena salud mental de adultos." Es necesario prestar atención al llanto y lenguaje corporal del niño hasta los 18 meses. Los bebés no tendrán un sueño feliz cuando se duermen tras un llanto agotador porque ello va a crear cambios cerebrales que tendrán implicaciones futuras en su desarrollo.
El profesor James McKenna, director del Laboratorio del Comportamiento del Sueño Madre-Bebé en la Universidad de Nôtre Dame, experto en SMSL, describe el llanto controlado como "ideología social disfrazada de ciencia". Lo que esto significa es que a pesar de que existen opiniones sobre cuánto tiempo debe dejar al bebé llorar con el fin de que aprenda a dormir, nadie ha estudiado con exactitud cuánto tiempo es seguro dejar a un bebé llorando en esas condiciones.
Los bebés que lloran experimentan un aumento de la temperatura corporal,del ritmo cardíaco y de la presión arterial. Estas reacciones provocan un sobrecalentamiento y podría representar un riesgo potencial de muerte súbita en los bebés vulnerables. También puede haber efectos a largo plazo emocionales. Existen pruebas convincentes de que los niveles elevados de hormonas de estrés pueden causar cambios permanentes en las respuestas al estrés en el bebé. Estos cambios afectan a la memoria, la atención y a la emoción, y pueden provocar una respuesta exagerada al estrés durante toda la vida, que incluye una predisposición a la ansiedad y trastornos depresivos
Extraído de Maternidad y Salud. Ciencia, Conciencia y Experiencia. Publicado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad
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