Mi marido y yo estamos siempre halagando la conducta y modales de nuestros hijos. La gente cree que los disciplinamos. No es así. Nos disciplinamos a nosotros mismos.
Satisfacemos las necesidades de nuestros hijos, les proporcionamos protección, y los exponemos a las posibilidades de la vida. Sin embargo, nosotros no interferimos en su juego, su aprendizaje, su creatividad, o cualquier otro tipo de crecimiento. Nosotros los amamos, alimentamos, compartimos, escuchamos, respondemos, y participamos cuando nos lo piden. Aun así, debemos mantener a nuestros hijos libres de manipulación o insultos como resultado de comentarios o ideas "útiles, amables"- influencias sobre las cuales los niños son tan sensibles en su estado de dependencia.
Auto-Disciplina Maternal/Paternal
Este tipo de disciplina no es fácil. Nuestra sociedad no solo no la avala, sino que la tentación de quebrar las "reglas" vive dentro de nosotros. La necesidad/instinto de intervenir en la actividad de los niños está enraizada en cómo fuimos criados en nuestra cultura.
Para mí, el desafío más difícil de sobrellevar ha sido el impulso narcisista de "mostrar" a mis hijos. Un día, cuando nuestro hijo mayor tenía dos años, tocó un tipo de escala (suave) en el piano. Estaba asombrada, y aun así me contuve en mi norma/regla y no interferí. Libre de tocar por propio interés y amor, y no para complacerme a mí, continuó mejorando sus escalas con gran alegría y concentración por un largo tiempo. Cuando mi marido llegó a casa caí en la trampa. Siendo incapaz de esperar a que repitiese su desempeño a su tiempo, encubiertamente traté de dirigir a mi hijo al piano para que haga su "truco".
Sin haber sido "entrenado a hacer" para satisfacer, no fue ningún tonto. Sintió el engaño y se rehusó a tocar. Pasaron varias semanas antes de que nuevamente se sumerja a tocar esa escala en el piano. El niño ama hacer cosas por los demás, les encanta ayudar y servir, pero aún así; cuando hace algo fuera de su propio interés, así es como debería ser mantenido.
A pesar que la auto-disciplina de un/a padre/madre es un desafío, se convierte en natural (como una segunda naturaleza) con el tiempo y la experiencia. Para mí, este tipo de disciplina se desarrolla gradualmente, empezando con "reconocimiento descriptivo" y finalizando/culminando en sin interferir unos años después. Mis mejores aliados han sido mis realizaciones como madre y educadora, el libro de Daniel Greenberg "Free at Last" y entrevistas/charlas con Jean Liedloff, autora de "The Continuum Concept", sobre dejar a los niños ser ellos mismos.
Al principio creía que reconocer, comentar y elogiar a los niños por sus logros expresaba amor y construía autoestima. Con el tiempo, me di cuenta que estas intervenciones bien intencionadas hacen justamente lo opuesto: promueven la dependencia en la validación externa y disminuyen la auto-confianza que poseen los niños. Aquellos niños que están sometidos a comentarios, elogios y reconocimientos interminables eventualmente aprenden a hacer cosas no para ellos mismos, sino para complacer a terceros. Complacer a otros rápidamente se convierte en su principal motivación, reemplazando impulsos provenientes del auténtico y verdadero SER y llevando a su propia perdida.
Al contrario de lo que frecuentemente se cree, los niños se sienten más amados y seguros de sí mismos cuando no interferimos en sus actividades. No solo permanecen seguros de nuestro amor y sostén cuando nos abstenemos de participar, pero ellos necesitan que los protejamos de las intrusiones, que pueden interferir con su progreso, auto-confianza y salud emocional.
Cuando intervenimos con elogios, deseos, sugerencias y premios, las dudas aparecen y sacuden la auto-confianza de los niños y la confianza en nosotros. Sensibles e inteligentes, ellos perciben que tenemos una agenda- que los estamos manipulando hacia un "mejor" o deseado resultado. Esta conciencia los pone a pensar: "a lo mejor lo que yo estoy tratando de lograr no está bien- no puedo confiar en mí mismo para elegir o saber qué puedo hacer", o "mamá y papá tienen una agenda que yo debo llevar a cabo y completar para tener su aprobación y amor".
Gradualmente un cambio ocurre. Niños que antes hacían las cosas por placer personal o comprendían que lo hacían para complacer a un tercero; ya no confían en sus acciones, como tampoco confían en nosotros, porque la realidad es que no estamos de su lado. Junto con el cambio a complacernos también aparece el miedo a no complacernos. Dependencia intelectual y emocional, bajo auto-estima, y falta de auto-confianza invariantemente aparecen.
Aún cuando interferimos con comentarios aislados en el juego imaginativo de nuestros hijos, las dudas aparecen. Lo que los niños están experimentando internamente en estos momentos es tan remoto/desconectado de nuestras "enseñadas" suposiciones que rápidamente nuestra confusión se convierte en auto- negación y duda. Además, los niños perciben los comentarios/observaciones falsos, autoritarios y condescendientes de lo que son, y pueden concluir que está bien no ser sincero y pretencioso
Del Elogio a la Observación
Es difícil inhibir los elogios. Por un lado, estamos encadenados a nuestro propio condicionamiento y por el otro, somos fácilmente engañados: en el elogio por cada logro el niño pareciera como un niño con alta auto-estima, exitoso y alegre. En realidad, ese tipo de niño ha cambiado al modo de complacencia, llevado al éxito no por curiosidad o interés personal, sino por el deseo de obedecernos y vivir de nuestras expectativas. Como educador, John Holt ha dicho sobre los niños, "ellos tienen miedo, por sobre toda las cosas, de fracasar, de decepcionar o no complacer a los ansiosos adultos que los rodean, de quienes sus esperanzas y expectativas ilimitadas de sí mismos cuelgan sobre sus cabezas como una nube". En resumen, la estima que observamos no es auto-estima, debido a que la misma ha sido perdida en los primeros años por este tipo de condicionamiento. La alegría que observamos no es placer, sino alivio de que otro acto complaciente ha sido logrado, asegurando la aprobación de papa y mama (supervivencia emocional) y ocultando un sentimiento de profunda confusión.
Los niños, también, pueden ser engañados/as para creer que estas son conductas de complacencia originados internamente y que tiene que ver totalmente con quienes son ellos. La decepción más grande es cuando son criados para ser adultos aparentemente alegres y exitosos. La psicoanalista Alice Miller, en su libro "The Drama of the Gifted Child", expresa la siguiente lamentable convicción: "sin estos logros, dotes, nunca podría ser amado… sin estas cualidades, que tengo, una persona no vale nada" Miller continua explicando por qué los logros basados en la complacencia niega la auto-comprensión y, al realizarlo, conlleva a depresión, a sentimientos de "que nunca alcanza", y otras alteraciones emocionales frecuentemente en las personas más exitosas.
Para "seguir a nuestro propio ritmo", una persona necesita ejercitar los músculos de libre elección y auto-aprendizaje desde el comienzo. La dificultad que tenemos para confiar en la capacidad de flexibilidad nuestros/as hijos/as proviene de nuestra propia experiencia al no haber confiado en nosotros. Confiar, es sencillamente/simplemente, no natural para nosotros. Solo cuando realizamos un esfuerzo consciente para salir- y no interferir en el camino de nuestros hijos descubrimos la maravillosa verdad: la magia ya está presente en nuestros/as hijos/as, preparado para desarrollarse/desplegarse a su propia forma/manera y en su propio tiempo.
Aproximadamente la mayoría de los niños vienen a esta vida equipados con un YO/SER que es capaz de florecer a capacidad. Sin interferir, entorpecer su crecimiento, este SER guiará al niño hacia capacidades y aprendizajes, y, en el proceso, auto-realización. No tenemos ningún derecho de querer controlar la dirección de este crecimiento. En vez de entrenar a nuestros hijos en varios formas de intervenciones para que encajen en nuestra visión/percepción de ellos, debemos entrenarnos a nosotros mismos para respetar la creación de la naturaleza y protegerla su florecer autentico en su totalidad.
Es más, el resultado final que estamos buscando- un ser humano capaz, con alta auto-estima, creativo, curioso y responsable- ya se puede observar en un niño de 2 años. Si permitimos poner estos dotes en uso de una manera auto-dirigida y con auto-confianza, el niño desarrollará capacidades mientras que aumenta estas deseadas cualidades. Maduración luego sucederá como una expresión autentica del SER, más que contemporizar (Acomodarse al gusto o dictamen ajeno por algún respeto o fin particular) la autoridad paternal/maternal y otros formas de dominación.
No interferir nos da la oportunidad de convertirnos en observadores curiosos. Al mismo tiempo, nos libera de las peleas de poder y comenzamos a aproximarnos a una maternidad/paternidad que es mucho más placentera y plena. No conozco "entretenimiento" en la vida más interesante, atrapante, fascinante y glorioso que observar a los/as niños/as desarrollarse libremente.
Naomi Aldort
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