¡Ya eres mamá!. Has tenido un parto estupendo, ni siquiera te han hecho episiotomía (y eso hay que celebrarlo mucho, mucho) y tu bebé es precioso, está sano y mama como un campeón. Te han dado el alta y ya no tienes entuertos. Los loquios de los tres primeros días ya no son tan alarmantes y además tienes la suerte de vivir en España, así que “papi” puede estar contigo los quince días de vacaciones que le corresponden por estrenarse en el cargo.
Todo es genial. Y sin embargo estás cansadísima y no puedes parar de llorar. Bien, como viene siendo costumbre durante el embarazo te diré las palabras mágicas: es normal. Más o menos. Tienes lo que los ingleses llaman baby-blues, una especie de depresión post-parto leve que sucede unos pocos días tras el nacimiento.
Y es que traer al mundo a un hijo agota. Tras el parto los niveles hormonales sufren un cambio drástico. La placenta deja repentinamente de producir progesterona, los ovarios comienzan de nuevo a funcionar aumentando la producción de estrógenos y otras hormonas del ciclo sexual y la hipófisis empieza a fabricar la prolactina necesaria para mantener y asegurar la lactancia. El cambio es brusco y no te avisa. Los expertos aseguran que todo este maremagnum hormonal afecta a los niveles de neurotransmisores como la serotonina, que regula los estados de ánimo. Y además está ese bichito que te mira como preguntándote ¿y ahora qué? ¡Cómo si tú lo supieras!
Es pasajero. Una vez el equilibrio se haya reestablecido, todo debe volver a la normalidad, si es que una casa con un bebé se puede considerar algo más allá de caótica. El bichito sigue ahí y cuanto más grande se hace más constancia deja de su presencia, eso sí.
Mientras tanto procura descansar. Un bebé muy pequeño demandará tomas frecuentes, tanto si toma pecho como si toma biberón. Aprovecha para dormir siempre que él duerma, casi nunca lo hará más de tres horas seguidas -ni de día ni de noche, muchas veces ni siquiera tanto- hasta que no pasen unos cuantos meses. Dar el pecho, como para casi todo, te vendrá bien. El contacto piel con piel con tu hijo y la lactancia materna aumentarán tus niveles de oxitocina, que también influye en el estado de ánimo. Y mantendrá los estrógenos a raya, al menos durante un tiempo, además de ayudarte a perder peso, la autoestima también es importante.
Para recuperarte cuanto antes descansa todo lo que puedas y olvídate de la plancha, de la compra y de atender a las visitas. Para eso está papá. ¿O es que de verdad se creía que los 15 días eran de fiesta?. Procura reirte y tomarte las cosas con humor.
Y cuando acaben las dos semanas y papá se vuelva a trabajar “como alma que lleva el diablo” (no dejes que lo haga antes, mejor si además se puede coger algún día de esos de libre disposición, mudanza o lo que se le ocurra), pues tiras de teléfono. Al fin y al cabo ¿para qué otra cosa puede servir una suegra?
Si el mal estado de ánimo persiste más de 15 días, se agrava con trastornos en el apetito, insomio, sensación de abandono, o reaparece un par de meses después del parto, consulta con tu médico.
Extraído de Ser mamás
Todo es genial. Y sin embargo estás cansadísima y no puedes parar de llorar. Bien, como viene siendo costumbre durante el embarazo te diré las palabras mágicas: es normal. Más o menos. Tienes lo que los ingleses llaman baby-blues, una especie de depresión post-parto leve que sucede unos pocos días tras el nacimiento.
Y es que traer al mundo a un hijo agota. Tras el parto los niveles hormonales sufren un cambio drástico. La placenta deja repentinamente de producir progesterona, los ovarios comienzan de nuevo a funcionar aumentando la producción de estrógenos y otras hormonas del ciclo sexual y la hipófisis empieza a fabricar la prolactina necesaria para mantener y asegurar la lactancia. El cambio es brusco y no te avisa. Los expertos aseguran que todo este maremagnum hormonal afecta a los niveles de neurotransmisores como la serotonina, que regula los estados de ánimo. Y además está ese bichito que te mira como preguntándote ¿y ahora qué? ¡Cómo si tú lo supieras!
Es pasajero. Una vez el equilibrio se haya reestablecido, todo debe volver a la normalidad, si es que una casa con un bebé se puede considerar algo más allá de caótica. El bichito sigue ahí y cuanto más grande se hace más constancia deja de su presencia, eso sí.
Mientras tanto procura descansar. Un bebé muy pequeño demandará tomas frecuentes, tanto si toma pecho como si toma biberón. Aprovecha para dormir siempre que él duerma, casi nunca lo hará más de tres horas seguidas -ni de día ni de noche, muchas veces ni siquiera tanto- hasta que no pasen unos cuantos meses. Dar el pecho, como para casi todo, te vendrá bien. El contacto piel con piel con tu hijo y la lactancia materna aumentarán tus niveles de oxitocina, que también influye en el estado de ánimo. Y mantendrá los estrógenos a raya, al menos durante un tiempo, además de ayudarte a perder peso, la autoestima también es importante.
Para recuperarte cuanto antes descansa todo lo que puedas y olvídate de la plancha, de la compra y de atender a las visitas. Para eso está papá. ¿O es que de verdad se creía que los 15 días eran de fiesta?. Procura reirte y tomarte las cosas con humor.
Y cuando acaben las dos semanas y papá se vuelva a trabajar “como alma que lleva el diablo” (no dejes que lo haga antes, mejor si además se puede coger algún día de esos de libre disposición, mudanza o lo que se le ocurra), pues tiras de teléfono. Al fin y al cabo ¿para qué otra cosa puede servir una suegra?
Si el mal estado de ánimo persiste más de 15 días, se agrava con trastornos en el apetito, insomio, sensación de abandono, o reaparece un par de meses después del parto, consulta con tu médico.
Extraído de Ser mamás
Me parece de muy mal gusto esa imagen del padre, que poco menos parece que esté contando los minutos para que se le acabe el permiso y vuelva al trabajo, al bar a ver el fútbol, o no sé muy bien a dónde. Tener hijos es un cambio brutal para toda la familia, y los padres también las pasamos canutas las primeras semanas, aunque artículos como este den la sensación de que nos la trae floja el tema y nos escaqueamos a la mínima.
ResponderEliminarHola, Jesús.
ResponderEliminarNo sé si te has liado de post, de blog, o de qué...
No me he liado, no. La cosa viene de frasecitas como estas:
ResponderEliminar"Para eso está papá. ¿O es que de verdad se creía que los 15 días eran de fiesta?"
"Y cuando acaben las dos semanas y papá se vuelva a trabajar “como alma que lleva el diablo”"
Vamos, que el padre lo que quiere son vacaciones, y en cuanto ve que no lo son lo que quiere es que pase rápido el permiso para poder escaquearse. Bonita imagen dais de la paternidad.
Pues tienes razón, Jesús. Es que me has despistado con lo de "esa imagen del padre", andaba buscando una foto...
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