Los seres humanos nacemos biológicamente inmaduros, absolutamente vulnerables y dependientes de nuestra figura de apego o cuidador principal, la madre, en la mayoría de los casos. Que seamos dependientes de la mamá es factor protector para la sobrevivencia, ya que es ella la que va a regular nuestras necesidades, emociones y ritmos.
Los tres primeros meses de nuestra vida fuera del útero son los que necesitamos para completar nuestra gestación, período al que se ha llamado “exogestación”, es decir, gestación en el exterior del útero. Durante este período se necesita de: alimentación continua, contacto lo más estrecho posible con el cuerpo de la madre, regulación de temperatura, movimientos suaves. Mantener estas condiciones favorecen el desarrollo sano de nuestro recién nacido.
En nuestra cultura, se suele dejar al recién nacido en la sillita del auto o “huevito”, o a solas en su cuna acompañado de un monitor, se le pone al pecho cada tres o cuatro horas para las tomas de leche materna, se le entrega succión no nutricia como el chupete y no se mece en los brazos “porque se puede mal acostumbrar”. Esto que hemos descrito es un fenómeno frecuente que ocurre en sociedades como la nuestra, es decir, todo lo contrario a lo que necesita un recién nacido, en los primeros tres meses de exogestación como dijimos en el párrafo anterior. En rigor, todo lo que ocurre es opuesto a la sensación que vivió nuestr@ hij@ en el útero: bienestar pleno. Al final del día, se agotan de tanto estés y rompen en llanto. A esto los doctores lo han llamado “cólicos”.
Los cólicos consisten en llantos incontrolables, que suceden durante los tres primeros meses de vida generalmente cuando se acerca la noche.
El estrés tiene un sistema de nuestro cuerpo preferido para intervenir, a saber, el sistema digestivo, y ocurre lo siguiente: “los bebés se estresan y lloran; cuanto más lloran más incrementa su estrés, lo que provoca dolor gástrico. A más dolor más llanto, y a más llanto más estrés y más dolor tienen y más lloran. Y así empieza un círculo vicioso difícil de solucionar, puesto que si no calmamos el dolor no cesa el llanto, pero si no cesa el llanto, no cesará el dolor” (Rosa Jové en Una Crianza Feliz pg.244)
Por lo tanto podemos dar analgésicos para calmar el dolor, pero mientras no comprendamos cual es el origen y por qué sucede, será muy complejo salir de los “cólicos”. Entonces, si ya sabemos que los recién nacidos, son recién nacidos, hasta el tercer mes y que necesitan un ambiente muy parecido al del útero, sería muy útil brindárselo, así, menos estresados estarán y menos llorarán.
Por lo tanto vamos a sugerir algunos trucos:
1.- Adelántese a la necesidad de su hij@, el llanto es una de las últimas señales de incomodidad.
2.- Alimentación con leche materna a libre demanda, recuerde que la leche materna no sólo es el mejor alimento físico para su hij@, también es el mejor alimento afectivo, la cercanía a su cuerpo, su olor y la succión lo relajan protegiéndolo del estrés.
3.- Puede llevarlo en “upa” como lo hacen los canguros, en un morral, bandolera o sábana, pegadito a su cuerpo, así se sentirá seguro y completará su exterogestación de manera sana.
Su guagua se lo agradecerá y usted también.
Leslie Power y Francisca Montedonico
Psicólogas clínicas espaciocrianza.
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