6 de abril de 2011

La violencia en los patios del colegio


Imagine que está usted tranquilamente trabajando. Su compañero se acerca y le tira la taza del café encima del pantalón (o falda). Al día siguiente se acerca y le da una colleja, lo que a él le parece muy divertido. Además, su consternación es motivo de que se ría de usted delante de los demás compañer@s, que miran por unos instantes antes de volver sin más a sus quehaceres.

La mayoría de nosotros hemos sufrido o conocemos íntimamente a alguien que ha sufrido cuando era pequeñ@ acoso en el patio del colegio. Hemos crecido, hemos conseguido un puesto de trabajo, una familia o pareja..... nuestra vida ha continuado a pesar de aquella fastidiosa experiencia.

Tal vez teníamos 5, 9 o 12 años. Ya sabemos, cosa de niños. Nada importante.

Cuando un niño o una niña sufre sistemáticamente acoso por parte de alguno de sus compañer@s (insultos, agresiones, amenazas, robos, o cualquier otra forma benigna de hostigamiento) la experiencia es vivida por el acosad@ con verdadera intensidad.

El hostigado se siente amenazado en un lugar en el que se supone debiera estar seguro y protegido. No posee control ninguno sobre la amenaza, que puede siempre ocurrir en cualquier momento. Lo único que le queda es huir, esconderse, gritar o pegar para defenderse. Pero incluso si la víctima del acoso se defiende, su derecho a la Libertad, su derecho a Ser y a Estar ha sido vulnerado.

En el Universo Interior del niño y de la niña ocurren dos hechos distintos: por un lado el niñ@ percibe (a veces explícitamente) que su entorno resta importancia a la agresión. Por otro lado siente vergüenza de sí mism@. Reconocer su agobio, su angustia, es demostrar debilidad.

Como resultado tienden a minimizar para los demás y para sí mismo la importancia del suceso, ocultando la verdadera naturaleza de sus emociones.

Esto establece criterios sobre sí mimos y sobre la vida que conformará la manera en que se comportan, viven y experimentan, no sólo en la infancia, sino también en la edad adulta. Tanto más cuanto más a menudo se repita esta circunstancia, ya que la impronta cerebral se hace mayor.

Si aún no nos parece suficientemente importante, si aún hay alguien a quien le parece un juego de niños, les propongo un sencillo juego.

Imagínese en la oficina de trabajo. Su mesa, su ordenador, el resto de compañeros y compañeras.... Su ambiente habitual de trabajo.

Imagine ahora por un momento que tiene un compañero de trabajo que se mete con usted. Casi con toda seguridad será mas fuerte mas alto y de carácter más violento ( más camorrero ) que usted.

Está usted tranquilamente trabajando. Su compañero se acerca y le tira la taza del café encima del pantalón (o falda). Al día siguiente se acerca y le da una colleja, lo que a él le parece muy divertido. Además, su consternación es motivo de que publica y notoriamente él se ría de usted delante de los demás compañer@s, que miran por unos instantes antes de volver sin más a sus quehaceres.
Un rato después se acerca. Esta vez viene acompañado de sus amigotes. Deliberadamente le da una patada a la silla y usted cae estrepitosamente al suelo. Todos se ríen, incluso alguno de los compañer@s de la mesa de al lado.

"Total, chiquilladas sin importancia", diría su jefe mientras se pone a otra cosa.

Existe otra versión. Puede que su jefe le atienda y le recomiende molesto (con usted): "Deje de lloriquear. Aprenda a defenderse. Lo que tiene que hacer es pegarle aún más fuerte. Para que aprenda".

Evidentemente su Jefe todavía no se ha enterado que los adictos a la violencia siempre serán mejores en este terreno que las personas que viven emocionalmente estables y en paz con su entorno.

Con esta versión, además del desamparo usted habrá ganado el enfado de su jefe por ser un quejica, y la desconfianza de sus compañer@s por acudir al trabajo equipado con guantes de boxeo.

Bien, siga haciéndolo. Siga imaginando cómo se sentiría usted. Al fin y al cabo para usted no es real, es sólo un juego.

Imagine que sería para usted acudir cada día a su puesto de trabajo. Imagine al cabo de un tiempo que opiniones se formaría sobre usted mismo, sobre su entorno, y sobre la vida misma. Imagínelo y siéntalo como si fuera real.

¿Aún sigue pensando que es una chiquillada?.

Merece la pena resaltar que esta situación se tipifica como Mobbing, psicoterror o Acoso Moral en el Trabajo. Denominación legitimada actualmente sólo para adultos. En este sentido ya existen asociaciones de denuncia y se está trabajando en un desarrollo legislativo a tal efecto.

Qué hacer si su hij@ está sufriendo acoso:

1. Transmitirle el mensaje de que él/ella SÍ es importante. Basta con escucharle con atención. Todas las noches antes de dormir, podemos dedicar unos minutos a comentar (los dos) lo que nos ha sucedido en el día.

2. Explicarle que él/ella tiene derecho a ser tratado con respeto y con dignidad, siempre y por todo el mundo. Nadie tiene derecho a mal-tratarle ni a humillarle. Además estaremos haciendo un magnífico ejercicio de prevención para el futuro.

3. Su hij@ merece ser defendido. Es nuestro deber como madre, padre y como ser humano hacerlo. Acuerde una reunión formal con la profesora/or, y con la Jefa/e de estudios o Directora/or del colegio

  • Explique detalladamente lo que está ocurriendo
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  • Establezca un plan conjunto de actuación que incluya, si la situación persiste, una nueva reunión con la presencia de la madre/padre del acosad@r.
  • Es muy importante que su hij@ tenga conocimiento de la reunión. Incluso sería una buena idea que asistiera a la reunión de su mano.
  • Esto es también un acto de bondad para el niño/a que ejerce el acoso. Permitirle continuar en esta conducta sin un toque de atención de seguro no le aportará nada bueno para sí ni para los que le rodean.

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