Entre los cinco y los siete años, los temores más frecuentes que experimentan los niños son el miedo al daño físico, a los seres imaginarios, a la soledad, a la escuela, a los animales, a la separación y a la oscuridad. Estos temores son connaturales al momento evolutivo en que se encuentran y, a medida que crecen, llegarán a desaparecer. No les demos más importancia que la que realmente tienen. Ofrezcamos nuestro apoyo y comprensión y, sobre todo, escuchemos muy seriamente lo que nuestro hijo tiene que decirnos al respecto.
¿Cómo se adquieren los miedos?
Los miedos no se transmiten genéticamente. Generalmente son resultado de pautas educativas, de consejos "protectores" como "¡no toques eso!" o de "contagio" emocional. Es muy probable que un padre que se pone blanco al ver una inyección o se desmaya con la sangre, "contagie" ese miedo a su hijo.
Otra manera de adquirir miedos es a través de un susto cuando nuestro hijo se está relacionando con algo. Si está jugando tranquilamente con un gato y éste le da un zarpazo de repente, seguramente cogerá miedo a los gatos. Si durante el Carnaval nuestro hijo se acerca al dragón y éste se gira y le ruge en la cara, es muy probable que el niño huya despavorido. Por eso es muy importante evitar los sustos innecesarios y, en caso de que se dé, tranquilizarlo y explicarle lo que ha pasado: que hay gatos así, pero que también los hay más mansos y que sólo tiene que ir con cuidado, o que el dragón es una chica disfrazada, "mira, vamos a pedirle que se saque la máscara…", etc. Por la misma razón, no se aconsejan las películas de terror o las historias de miedo.
¿Qué son las fobias o la ansiedad?
El miedo se convierte en una fobia cuando el niño siente un temor desproporcionado hacia un objeto, persona, animal o situación que aparentemente no resulta peligrosa ni amenazante. La ansiedad, a diferencia de la fobia, no está vinculada a algo concreto. Es un estado de nerviosismo y preocupación general y continuado. Tiene mucho que ver con la autoestima, la inseguridad, el miedo a hacer las cosas mal, a no ser aceptado y querido, etc. Un claro ejemplo es el del niño angustiado por la perfección de su conducta: "¿Me he portado bien? ¿He dicho lo correcto?", etc. Para que nuestro hijo no sufra ansiedad debemos apoyarle constantemente, valorar todo aquello que va aprendiendo, dando importancia a todo lo que hace bien y no a lo que hace mal. Es importante saber lo que podemos esperar de nuestro hijo según su edad para no exigirle cosas que todavía no sabe hacer, no ser perfeccionistas y obsequiarle siempre con grandes dosis de cariño incondicional.
Miedos escolares
Los miedos escolares varían según la edad del niño y acostumbran a aumentar a medida que se va haciendo mayor. La escuela es un mundo muy divertido pero exigente: pide buenas notas, una conducta adecuada, unas relaciones sociales correctas y tiene un sinfín de normas que se deben respetar. La situación para el niño, de entrada, no es relajada. Muchos niños viven el colegio de forma agradable y divertida pero, a veces, algunas situaciones concretas pueden generar algún temor: la reprimenda de un profesor, la burla de otros niños, presenciar una experiencia desagradable para otro, el cambio de colegio, una enfermedad larga que lo aleja de la escuela durante un tiempo, o algún defecto físico o dificultad especial para el aprendizaje de algo.
Los miedos escolares más comunes en niños de 5 a 7 años son:
- Miedo al fracaso escolar y al castigo: sacar malas notas, no saber hacer un ejercicio en la pizarra, no saber contestar a la pregunta de un profesor, que avisen a los padres por algún problema, etc.
- Miedo al malestar físico: a tener reacciones propias del miedo como dolor de cabeza, no encontrase bien o miedo a tener miedo y que no haya nadie que te consuele.
- Miedo social: temor a hacer cosas delante de los demás: salir a la pizarra o leer en voz alta.
- Miedo durante el camino hacia la escuela o momentos antes de entrar en el recinto.
Cosas que podemos hacer:
- No ridiculizar su comportamiento, hacerle bromas o llamarle cobarde, ni tampoco reñirle o castigarlo.
- Cuando vayamos hacia el colegio, hablar de cosas agradables como una excursión o la fiesta de fin de curso.
- No servirá de nada intentar convencerlo de que no debe tener miedo: el miedo no es racional, es emocional. Es más efectivo rodearle de emociones positivas. La alegría y el cariño son muy poderosos contra el miedo.
- No hablar del problema ni hacerle preguntas durante el trayecto hasta la escuela. Al contrario, intentaremos distraerle y divertirle (podemos ir cantando o jugando a algo).
Los miedos relacionados con el daño físico, la enfermedad y los médicos son muy comunes durante esta edad.
- Miedo al dentista. La visita al dentista es una de las más temidas y la fobia hacia sus instrumentos (la aguja y el taladro del dentista) se inicia tanto en la infancia como en la adolescencia. Acostumbra a aparecer con la primera experiencia de dolor en su consulta. Por eso, cuanto más se aleja la primera visita al dentista, de la primera experiencia de dolor, menor será la probabilidad de desarrollar este miedo.
- Miedo a la cirugía y a la hospitalización. La actitud serena de los padres y la relación positiva con el médico ayudan a proteger al niño de la ansiedad originada por la cirugía y la hospitalización.
- Miedo a la sangre. Un niño sentirá mucho más miedo a la sangre y a las heridas si tiene algún familiar con este tipo de fobia. La relación entre la herida, la sangre y el dolor es muy directa y acostumbran a comportar miedo.
Existen emociones contrarias al miedo que resultan ser las mejores aliadas para luchar contra él: nos referimos a la alegría, la seguridad, el humor, el enfado, la rabia o la risa. Enseñar a nuestro hijo a enfrentarse a sus miedos de la mano de alguna de estas emociones, resulta muy eficaz. Entrar en una habitación oscura sintiendo rabia o risa, enfadarse con la oscuridad o burlarse de ella, son actitudes inteligentes. Incluso podemos teatralizarlo e inventar una historia: que Juan va acompañado de un poderoso guerrero que se llama Ira o Risa, capaz de vencer a Miedo porque es mucho más fuerte.
También es importante crear frases o imágenes mentales de valentía que le ayuden a enfrentarse a la situación que teme. Es muy diferente ir al médico pensando "me van a hacer daño" o "me voy a sentir mal", que pensar "soy muy valiente" o "la visita va a durar muy poco tiempo y no me va a pasar nada". Los primeros mensajes aumentan el miedo, los segundos lo mantienen a raya y pueden ayudar a disminuirlo.
Itziar Franco Ortiz
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