Muchos niños ya no juegan, sino que “consumen” productos manufacturados de entretenimiento (tele, videojuegos…), una solución fácil con que llenar sus horas de ocio. Es la globalización del entretenimiento.
Desaparecida la calle como espacio de encuentro, las ciudades se han convertido en un lugar inadecuado para los niños, y los parques a partir de cierta edad resultan poco interesantes para jugar. Eso hace que el juego libre en espacios abiertos sea poco menos que misión imposible. Si a eso unimos las largas jornadas escolares, las actividades extraescolares, lo reducido de las familias, y la invasión de los productos de ocio “de consumo”, lo cierto es que jugar, lo que se dice jugar, hoy en día se juega poco. Las consecuencias son ya patentes: obesidad, aislamiento, tele-adicción, hiperactividad o indolencia, conductas anti-sociales, caída del rendimiento escolar…
Muchos niños ya no juegan, sino que “consumen” productos manufacturados de entretenimiento (tele, videojuegos…), una solución fácil con que llenar sus horas de ocio. Es la globalización del entretenimiento. Pero como afirma Victoriano Yagüe, profesor de educación secundaria y autor de varios libros sobre los juegos populares “El juego es el mejor vehículo para el desarrollo de la creatividad y un excelente antídoto contra la educación en exceso tecnificada”.
La rica tradición de los juegos populares
Victoriano Yagüe es profesor de educación secundaria y un apasionado de los juegos populares, pasión que le ha llevado a recopilar esta rica tradición popular en varias obras, como “Juegos para la escuela” o “66 juegos para educar” “El juego es el mejor vehículo para el desarrollo de la creatividad y un excelente antídoto contra la educación en exceso tecnificada”, afirma Victoriano.
Victoriano forma parte de un movimiento actual de expertos en juegos que se han propuesto rescatar del olvido y llevar a las escuelas este aspecto esencial de nuestra cultura autóctona. Y es que antes de existir la práctica del deporte reglado, los niños realizaban un intenso ejercicio físico espontáneo en la calle, simplemente jugando a los muchos y diferentes juegos de la tradición popular. Estos han sido un medio de desarrollo psicofísico y de socialización que ha proporcionado deleite a innumerables generaciones de niños, antes de que el coche ocupara las calles, y la televisión su tiempo.
Victoriano Yagüe lamenta la inexistencia de espacios físicos apropiado para jugar “en los parques no hay ni donde esconderse”, y la pérdida cultural que supone la total sustitución del juego por el deporte: “El deporte, visto actualmente de una forma fría con respecto al juego tradicional, se muestra como un elemento fagocitador de nuestra tradición en lo que a cultura física se refiere, y se extiende por todos los lugares llevando modelos de actividad que no le son propios. Las normas rígidas y los controles estrictos de los deportes de masas empobrecen el espacio de las manifestaciones lúdicas populares y tradicionales donde la riqueza de variantes y matices son ese encanto propio del tiempo de la infancia”.
Siendo en todos los aspectos beneficiosos para el desarrollo de los niños, asistimos a un creciente interés por parte de padres y educadores por rescatar esa tradición, habiendo incluso quien propone que sean enseñados en los colegios, como una asignatura más, y en los campamentos de verano. Y en cualquier caso, son la alternativa a la presión del entretenimiento globalizado de consumo.
Los juegos de siempre
Muchos padres todavía recordamos de nuestra infancia divertidos juegos que casi han dejado de practicarse pero que sin duda harían las delicias de nuestros hijos. Este puede ser el verano para rescatar esas actividades, y lo que es más importante, contagiarnos del espíritu lúdico de aquellos años.
Muchos de esos juegos son colectivos, lo que los hace muy convenientes para los niños de ahora, y muy especialmente para quienes pasan horas solos jugando a los videojuegos. Al contrario que en los juegos virtuales, muchos de ellos violentos y en los que todo está (virtualmente) permitido, los juegos tradicionales colectivos son un interesante medio de socialización, ya que se rigen por reglas que todos deben asumir para poder jugar. Son una forma activa y tradicional de educación para la convivencia, en la que el espíritu competitivo queda matizado por la pertenencia al grupo y estimula el desarrollo de la capacidad de negociación y adaptación. Es también una extraordinaria forma de integrar mente, emociones y cuerpo y de hacer ejercicio de manera que el esfuerzo es inmediatamente premiado por la gratificación que produce jugar.
Pero además, el ejercicio que se practica jugando y no por “hacer ejercicio” requiere mucho menos esfuerzo real, porque nos produce una gratificación inmediata. Decía Ortega y Gasset “El juego es un esfuerzo, pero que no siendo provocado por el premioso utilitarismo que inspira el esfuerzo impuesto por una circunstancia del trabajo, va reposando en sí mismo, sin ese desasosiego, que infiltra en el trabajo la necesidad de conseguir a toda costa un fin”.
Isabel F. del Castillo
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