Si bien a todos los padres les gustaría tener "niños modelos", de los cuales les fuera posible enorgullecerse por su excelente rendimiento y por su comportamiento ejemplar, hay que tener cuidado que los hijos no paguen una factura emocional excesiva por cumplir siempre sus deberes, o que se sientan excesivamente culpables cuando no logran el rendimiento esperado por sus padres.
El costo del perfeccionismo puede ser enorme y paralizante, porque el temor a equivocarse o a no hacerlo perfecto puede subir de tal forma la ansiedad, que terminará por limitar la capacidad de acción del niño o la niña.
Boris Cyrulnik, en su último libro "De cuerpo y alma", analiza una investigación de Fonseca y otros, presentado en París, cuyo título es "En qué se transforman los niños modelos". Los hallazgos plantean sorprendentemente que se encontró que los niños modelos se habrían convertido más frecuentemente en personas que presentaban cuadros ansiosos y depresivos que los niños que presentaban problemas en la infancia. La situación peor fue la de las niñas. La pregunta final que se hace Cyrulnik es "¿Ha exigido excesivamente la escuela pagando el precio de su placer de vivir? ¿Y es esta exigencia la que los hace transitar la vía de la depresión?".
El exceso de exigencias internalizado finalmente como autoexigencia hace ponerse varas tan altas, que para cumplirlas, el niño(a), tiene que poner una energía tal que puede hacerlo muy vulnerable a la ansiedad y a la depresión.
En relación a por qué las mujeres que fueron "niñitas modelo" tienen más ansiedad y depresión que "los niños modelos", que por supuesto también la experimentan, se han planteado diferentes hipótesis. ¿Puede ser que las mujeres tengan más obligaciones que los hombres y además menos postergables?, por ejemplo, las camas hay que hacerlas todos los días; a los hijos hay que alimentarlos a determinadas horas o llevarlos al médico cuando lo requieran. Se plantea que, adicionalmente, gran parte de la responsabilidad de las tareas domésticas recaen más sobre las madres.
Pero también se plantea la hipótesis que a las niñas se les toleran menos errores o pequeñas transgresiones. Por ejemplo, si una niña se ensucia cuando está jugando, es posible que se la envíe rápidamente a cambiarse ropa, en tanto que al niño se le tolerará más el que ande desastrado o sucio.
Otra hipótesis posible es que a las niñas se las aterrorice más con el medio ambiente, como una forma de protegerlas del peligro, pero que junto con ello se logra que conciba el mundo externo como un lugar más peligroso, en el que arriesgarse sea equivalente a una catástrofe segura, generando así ansiedades innecesarias.
Especialmente con los hijos modelos es necesario evitar que se sientan abrumados con lo que creen son las expectativas de los padres. No es infrecuente escuchar decir "me da miedo defraudar a mis padres".
Es necesario alentarlos a correr algunos riesgos, sin temor a la falta de éxito. Entregarles un mensaje explícito que aunque no te vaya bien te vamos a querer igual. Tolerar con humor cuando las cosas no resultan bien, de tal manera que los hijos aprendan por modelo que no por un afán de perfección ilimitado se va a perder la alegría de vivir. Enseñar que los contratiempos y la adversidad son parte de la vida, lo que no quita que se hagan esfuerzos para que las cosas resulten, pero que en toda empresa que se empieza hay riesgos de que las cosas salgan en forma diferente a lo presupuestado y no por eso se es menos querible.
Neva Milicic
El costo del perfeccionismo puede ser enorme y paralizante, porque el temor a equivocarse o a no hacerlo perfecto puede subir de tal forma la ansiedad, que terminará por limitar la capacidad de acción del niño o la niña.
Boris Cyrulnik, en su último libro "De cuerpo y alma", analiza una investigación de Fonseca y otros, presentado en París, cuyo título es "En qué se transforman los niños modelos". Los hallazgos plantean sorprendentemente que se encontró que los niños modelos se habrían convertido más frecuentemente en personas que presentaban cuadros ansiosos y depresivos que los niños que presentaban problemas en la infancia. La situación peor fue la de las niñas. La pregunta final que se hace Cyrulnik es "¿Ha exigido excesivamente la escuela pagando el precio de su placer de vivir? ¿Y es esta exigencia la que los hace transitar la vía de la depresión?".
El exceso de exigencias internalizado finalmente como autoexigencia hace ponerse varas tan altas, que para cumplirlas, el niño(a), tiene que poner una energía tal que puede hacerlo muy vulnerable a la ansiedad y a la depresión.
En relación a por qué las mujeres que fueron "niñitas modelo" tienen más ansiedad y depresión que "los niños modelos", que por supuesto también la experimentan, se han planteado diferentes hipótesis. ¿Puede ser que las mujeres tengan más obligaciones que los hombres y además menos postergables?, por ejemplo, las camas hay que hacerlas todos los días; a los hijos hay que alimentarlos a determinadas horas o llevarlos al médico cuando lo requieran. Se plantea que, adicionalmente, gran parte de la responsabilidad de las tareas domésticas recaen más sobre las madres.
Pero también se plantea la hipótesis que a las niñas se les toleran menos errores o pequeñas transgresiones. Por ejemplo, si una niña se ensucia cuando está jugando, es posible que se la envíe rápidamente a cambiarse ropa, en tanto que al niño se le tolerará más el que ande desastrado o sucio.
Otra hipótesis posible es que a las niñas se las aterrorice más con el medio ambiente, como una forma de protegerlas del peligro, pero que junto con ello se logra que conciba el mundo externo como un lugar más peligroso, en el que arriesgarse sea equivalente a una catástrofe segura, generando así ansiedades innecesarias.
Especialmente con los hijos modelos es necesario evitar que se sientan abrumados con lo que creen son las expectativas de los padres. No es infrecuente escuchar decir "me da miedo defraudar a mis padres".
Es necesario alentarlos a correr algunos riesgos, sin temor a la falta de éxito. Entregarles un mensaje explícito que aunque no te vaya bien te vamos a querer igual. Tolerar con humor cuando las cosas no resultan bien, de tal manera que los hijos aprendan por modelo que no por un afán de perfección ilimitado se va a perder la alegría de vivir. Enseñar que los contratiempos y la adversidad son parte de la vida, lo que no quita que se hagan esfuerzos para que las cosas resulten, pero que en toda empresa que se empieza hay riesgos de que las cosas salgan en forma diferente a lo presupuestado y no por eso se es menos querible.
Neva Milicic
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