Tenía muy claro, desde el día que me dijeron que estaba embarazada de mellizos, que quería darles el pecho. Contaba con la experiencia cercana de una amiga y no quería perderme semejante aventura. Mis niños nacieron antes de tiempo y tuvieron que estar un par de meses ingresados, por lo que los primeros contactos con la lactancia fueron con el sacaleches: no podía darles el pecho porque ellos aún no hacían succión nutritiva pero debía estimularmelo para asegurarme de que tendría leche cuando ellos estuvieran preparados. Y así fue: día tras día, cada 3 horas, me sacaba leche que almacenaban en el hospital para dársela mediante una sonda. Durante el día me los acercaba al pecho para que fueran reconociendo mi olor y empezaran a jugar con el pezón. No olvidaré el día en el que Diego se enganchó y comenzó a mamar. Un par de semanas después Miguel también se enganchó. ¡Eran tan diferentes!: Diego comía como si se lo fueran a quitar mientras que Miguel se lo tomaba con mucha calma.
Un día una enfermera me dijo: "¿Quieres probar con los dos a la vez?". En realidad me estaban utilizando para hacer prácticas de un curso sobre lactancia materna al que estaban asistiendo por aquélla época y me encantó que lo hicieran: de repente me vi con mis dos pequeños mamando a la vez y sentí que no había nada más en el mundo que pudiera proporcionar tanto placer como alimentar a tus hijos.
Una vez en casa ya no tenía tanta ayuda y con mellizos el trabajo es doble por lo que los primeros tres meses apenas me abrochaba la camisa: ¿para qué? sólo tenía unos minutos entre toma y toma. A veces me las ingeniaba para darles a los dos a la vez en la posición de rugbi en la cama. Pero a medida que se hacen mayores cada uno va a su ritmo y tiene necesidades distintas por lo que prefiero darles de comer por separado. El momento del pecho es único: es un momento entre ellos y yo y les hablo, les canto, les cuento cosas que han pasado o que van a pasar, les miro, me miran, les sonrío, me sonríen (se les cae la leche de la boca...). Es un momento muy especial.
Ya han cumplido los 6 meses y aunque estoy convencida de alargar la lactancia materna todo lo que pueda y mi leche sigue siendo su alimento principal, he empezado a introducir los primeros sólidos. Es una sensación agridulce porque por una parte sé que no pueden tomar pecho toda la vida pero en cierta manera es como si ya se estuvieran alejando de mí. La lactancia materna es la mejor elección que he hecho por ellos hasta el momento y, como decía mi matrona, no es solo alimentar al pequeño sino que es un acto de amor.
Por Nora Pérez, mamá de mellizos. La imagen es suya.
Publicado originalmente en Maire Lactancia.
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