Hacer las cosas de una manera nueva, original y diferente; tener libertad para buscar ideas y caminos nuevos; salir de la rutina con un poco de cambio, sin duda energiza y aumenta el potencial de felicidad de cualquier persona. Pocas cosas hacen más feliz a un niño que la sensación de crear. Este sentimiento de autoría que acompaña el hacer algo original produce una sensación de bienestar muy especial. Mientras un niño crea está absorto y concentrado en lo que hace. Esa actitud de estar abierto lo ayuda a utilizar sus recursos internos, pero, a veces, en la búsqueda de la comodidad o la aprobación social se limita a los niños la posibilidad de ser creativos. Ciertamente, el tener rutinas predecibles y hábitos facilita la existencia, pero un énfasis excesivo en atenerse a lo establecido puede frenar peligrosamente la creatividad.
Vivir en un ambiente en que haya permiso y libertad para hacer las cosas de un modo diferente irá desarrollando en forma imperceptible el potencial creativo. Por ejemplo, hacer cambios en el arreglo de la pieza, en la forma de presentar la comida, o en los juegos que se realizan con los hijos, ayudará a percibir en qué están progresando. También es bueno manifestarles explícitamente que para los padres la creatividad es un valor.
La pregunta ¿de qué otra manera podría hacer algo? es siempre un incentivo para desarrollarla. Otro factor que contribuye es el reconocimiento de las acciones creativas de un niño. Por ejemplo, cuando muestra un dibujo destacar no sólo los colores y la forma sino que su originalidad, o cuando expresa una idea diferente decirle: «Es una forma distinta de verlo, que no se me habría ocurrido. Es bien original».
También contribuye a favorecer una actividad creativa valorar la capacidad de innovar de las personas, con comentarios apropiados a la edad de los hijos. Por ejemplo, con frases como: «La propuesta de esos arquitectos me pareció original». Rescatar la importancia de los inventos también focaliza la atención de los niños en el talento creativo: «¡qué genial Graham Bell, que inventó el teléfono!».
Padres abiertos a aceptar las innovaciones, valorarlas y utilizarlas, favorecen en los hijos una actitud creativa. También hay características de personalidad, como el optimismo y el sentido del humor, que la estimulan. Tener espacio y tiempo no programado para que el niño pueda hacer lo que quiera y como quiera, le permite conectarse con lo que realmente desea.
Una familia que tolera la divergencia en sus hijos, que los autoriza a pensar y actuar diferente ayuda a formar personas que se permitirán formas nuevas, y de esa manera aportar a la sociedad en que les toque vivir. La diversidad se opone a la uniformidad, que sin duda es un factor que empobrece la convivencia. La creatividad supone asumir algunos riesgos y un costo en energía para innovar, pero vale la pena.
Por Neva Milicic.Colaboradora de la revista Ya del periódico El Mercurio.
Me gustó mucho el post. Gracias!
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