La maternidad te cambia, porque transforma el cerebro de una mujer, estructural, funcional y en muchas formas, irreversiblemente.
Este cambio cerebral da origen a un cerebro motivado, siempre atento y decididamente protector, que obliga a la nueva madre a cambiar sus reacciones y prioridades en la vida. Se ligará con ese ser como no se ha ligado nunca con nadie. Las alternativas son la vida y la muerte.
En la sociedad moderna, en la que las mujeres no son sólo responsables de parir niños sino de sostenerlos económicamente, estos cambios en el cerebro crean el conflicto más profundo en la vida de una madre.
Cuanto más intensamente hagas algo, más células asigna el cerebro a dicha tarea, ...
La biología puede invadir circuitos a pesar de nuestras mejores intenciones y gran cantidad de mujeres experimentan los primeros síntomas del "cerebro maternal" mucho antes de concebir un hijo, especialmente si lo han estado intentando durante un tiempo. El "deseo del bebé" - el ansia profunda de tener un hijo - puede afectar a una mujer poco después de que haya acunado al recién nacido, suave y cálido, de otra.
El suave olor de la cabeza de un niño lleva feromonas que estimulan al cerebro femenino para que produzca la poderosa poción del amor - la oxitocina - creadora de una reacción química que induce al deseo de bebé.
El tacto de la piel de su bebé, el aspecto de los deditos de manos y pies, los breves llantos y gritos entrecortados quedan ya tatuados en el cerebro de la madre. En el plazo de horas o días, puede embargarla un abrumador afán de protección y se establece en ella la agresividad maternal. Su fuerza y resolución de cuidar a ese pequeño ser y de protegerlo se apoderan por completo de los circuitos cerebrales maternos. La madre siente que podría parar la marcha de un camión con su propio cuerpo para proteger al bebé. El cerebro se le ha modificado y junto con él la realidad. Tal es quizás el cambio de la realidad más importante que ocurre en la vida de una mujer.
Igual que un sistema global de actitud humana, los centros cerebrales de una madre para la vista, el sonido y el movimiento están orientados a monitorizar y seguir a su bebé. Esta vigilancia incrementada puede adquirir todas las formas posibles, dependiendo de la amenaza que una madre perciba contra la seguridad y estabilidad de su "nido". Incluso es algo normal el replanteamiento de las obligaciones del marido como proveedor.
Los circuitos cerebrales maternos cambian también en otros aspectos. Las madres pueden tener mejor memoria espacial que las que no han tenido hijos y pueden ser más flexibles, adaptables y valerosas. Tales son las habilidades y talentos que necesitarán para custodiar y proteger a sus bebés. Si han tenido por lo menos una camada, las hembras de rata, por ejemplo, son más atrevidas, muestran menos actividad en los centros del miedo de sus cerebros y se desempeñan mejor en las pruebas de laberintos porque tienen más memoria; además son cinco veces más eficientes para cazar presas. Estos cambios duran toda la vida, según han visto los investigadores. Las madres humanas pueden compartir estas experiencias. Semejante transformación es válida también incluso para madres adoptivas. En tanto permanezcas en contacto físico continuado con el niño, tu cerebro emitirá oxitocina y reformará los circuitos necesarios par hacer y mantener el cerebro maternal.
La dopamina se incrementa en el cerebro maternal por el estrógeno y la oxitocina. Es el mismo circuito de recompensa disparado en un cerebro femenino por la comunicación íntima y el orgasmo.
Los crecientes vínculos incluyen los efectos de criar al niño dándole el pecho. La mayoría de las mujeres que amamantan a sus bebés reciben un beneficio extra: el estímulo regular de los más agradables aspectos del cerebro materno. En cierto estudio se dio a ratas madres la oportunidad de apretar una barra y obtener una pizca de cocaína o apretar otra barra y que un cachorro de rata viniera a chupar sus pezones. ¿Cuál creéis que preferían? Los chorros de oxitocina en el cerebro superaron siempre la toma de cocaína. Puedes imaginar en qué medida dar de mamar refuerza la conducta maternal; tenía que ser útil para garantizar la supervivencia de nuestra especie. Cuando un bebé coge el seno de la madre con sus manecitas y chupa el pezón, desencadena flujos explosivos de oxitocina, dopamina y prolactina en el cerebro de la madre. Empieza a fluir la leche del seno. Al principio, todos aquellos tirones en tus pezones secos y sangrantes te pueden hacer pensar que será imposible superar otro día de tortura por culpa de la lactancia. Sin embargo, después de unas cuantas semanas - si no te has sentido arrastrada al harakiri - tendrás la capacidad de sosegar a tu bebé chillón y calmarte tú misma gracias a la lactancia. En el plazo de tres o cuatro semanas, la experiencia empieza a ser totalmente placentera; y no sólo porque el dolor haya cesado. Empiezas a esperar la hora de dar el pecho, a menos que estés tan corta de sueño que pases el día medio dormida. Pero en cierto momento de los pocos meses iniciales, podrás darte cuenta de que dar el pecho se ha vuelto fácil y de que lo disfrutas de verdad. Te baja la presión sanguínea, te sientes tranquila, relajada y te meces en olas de sentimientos de amor por tu bebé inspiradas por la oxitocina".
Del Capítulo 5 del libro "El cerebro femenino" de Louann Brizendine
La imagen es de Wild Spirit
Este cambio cerebral da origen a un cerebro motivado, siempre atento y decididamente protector, que obliga a la nueva madre a cambiar sus reacciones y prioridades en la vida. Se ligará con ese ser como no se ha ligado nunca con nadie. Las alternativas son la vida y la muerte.
En la sociedad moderna, en la que las mujeres no son sólo responsables de parir niños sino de sostenerlos económicamente, estos cambios en el cerebro crean el conflicto más profundo en la vida de una madre.
Cuanto más intensamente hagas algo, más células asigna el cerebro a dicha tarea, ...
La biología puede invadir circuitos a pesar de nuestras mejores intenciones y gran cantidad de mujeres experimentan los primeros síntomas del "cerebro maternal" mucho antes de concebir un hijo, especialmente si lo han estado intentando durante un tiempo. El "deseo del bebé" - el ansia profunda de tener un hijo - puede afectar a una mujer poco después de que haya acunado al recién nacido, suave y cálido, de otra.
El suave olor de la cabeza de un niño lleva feromonas que estimulan al cerebro femenino para que produzca la poderosa poción del amor - la oxitocina - creadora de una reacción química que induce al deseo de bebé.
El tacto de la piel de su bebé, el aspecto de los deditos de manos y pies, los breves llantos y gritos entrecortados quedan ya tatuados en el cerebro de la madre. En el plazo de horas o días, puede embargarla un abrumador afán de protección y se establece en ella la agresividad maternal. Su fuerza y resolución de cuidar a ese pequeño ser y de protegerlo se apoderan por completo de los circuitos cerebrales maternos. La madre siente que podría parar la marcha de un camión con su propio cuerpo para proteger al bebé. El cerebro se le ha modificado y junto con él la realidad. Tal es quizás el cambio de la realidad más importante que ocurre en la vida de una mujer.
Igual que un sistema global de actitud humana, los centros cerebrales de una madre para la vista, el sonido y el movimiento están orientados a monitorizar y seguir a su bebé. Esta vigilancia incrementada puede adquirir todas las formas posibles, dependiendo de la amenaza que una madre perciba contra la seguridad y estabilidad de su "nido". Incluso es algo normal el replanteamiento de las obligaciones del marido como proveedor.
Los circuitos cerebrales maternos cambian también en otros aspectos. Las madres pueden tener mejor memoria espacial que las que no han tenido hijos y pueden ser más flexibles, adaptables y valerosas. Tales son las habilidades y talentos que necesitarán para custodiar y proteger a sus bebés. Si han tenido por lo menos una camada, las hembras de rata, por ejemplo, son más atrevidas, muestran menos actividad en los centros del miedo de sus cerebros y se desempeñan mejor en las pruebas de laberintos porque tienen más memoria; además son cinco veces más eficientes para cazar presas. Estos cambios duran toda la vida, según han visto los investigadores. Las madres humanas pueden compartir estas experiencias. Semejante transformación es válida también incluso para madres adoptivas. En tanto permanezcas en contacto físico continuado con el niño, tu cerebro emitirá oxitocina y reformará los circuitos necesarios par hacer y mantener el cerebro maternal.
La dopamina se incrementa en el cerebro maternal por el estrógeno y la oxitocina. Es el mismo circuito de recompensa disparado en un cerebro femenino por la comunicación íntima y el orgasmo.
Los crecientes vínculos incluyen los efectos de criar al niño dándole el pecho. La mayoría de las mujeres que amamantan a sus bebés reciben un beneficio extra: el estímulo regular de los más agradables aspectos del cerebro materno. En cierto estudio se dio a ratas madres la oportunidad de apretar una barra y obtener una pizca de cocaína o apretar otra barra y que un cachorro de rata viniera a chupar sus pezones. ¿Cuál creéis que preferían? Los chorros de oxitocina en el cerebro superaron siempre la toma de cocaína. Puedes imaginar en qué medida dar de mamar refuerza la conducta maternal; tenía que ser útil para garantizar la supervivencia de nuestra especie. Cuando un bebé coge el seno de la madre con sus manecitas y chupa el pezón, desencadena flujos explosivos de oxitocina, dopamina y prolactina en el cerebro de la madre. Empieza a fluir la leche del seno. Al principio, todos aquellos tirones en tus pezones secos y sangrantes te pueden hacer pensar que será imposible superar otro día de tortura por culpa de la lactancia. Sin embargo, después de unas cuantas semanas - si no te has sentido arrastrada al harakiri - tendrás la capacidad de sosegar a tu bebé chillón y calmarte tú misma gracias a la lactancia. En el plazo de tres o cuatro semanas, la experiencia empieza a ser totalmente placentera; y no sólo porque el dolor haya cesado. Empiezas a esperar la hora de dar el pecho, a menos que estés tan corta de sueño que pases el día medio dormida. Pero en cierto momento de los pocos meses iniciales, podrás darte cuenta de que dar el pecho se ha vuelto fácil y de que lo disfrutas de verdad. Te baja la presión sanguínea, te sientes tranquila, relajada y te meces en olas de sentimientos de amor por tu bebé inspiradas por la oxitocina".
Del Capítulo 5 del libro "El cerebro femenino" de Louann Brizendine
La imagen es de Wild Spirit
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