9 de febrero de 2013

Tener el control. Lo posible y lo imposible de ser padres (1)

Se espera que los padres tengan el control de sus vidas, de sus niños y de ellos mismos. ¡Gran parte de estas expectativas son imposibles de satisfacer! Pero porque no hay manera de aprender las habilidades de padres y las verdades por anticipado, nosotros como padres batallamos y nos preocupamos cuando parece que no tenemos el control, o cuando controlar significa ser duros con nuestros hijos. Vamos primero a delinear las cosas que ningún padre puede controlar por completo.

  • No tenemos el control absoluto de nuestras vidas. Pueden ocurrirnos cosas duras a nosotros o a nuestros hijos, y las opresiones de la sociedad pueden forzarnos a circunstancias inhumanas. Hay cosas que podemos hacer para mantener sanas a nuestras familias, pero no tenemos el control absoluto sobre eso. Hay cosas que podemos hacer para poder pagar las cuentas, pero la seguridad laboral y económica no es algo que podamos determinar nosotros mismos como clase trabajadora. Trabajamos para construir buenas relaciones, pero muchos de nosotros no contamos con las herramientas, apoyo, información o tiempo para resolver los problemas críticos de las relaciones. Nos alzamos también contra el racismo, las drogas, la violencia y la crueldad en las escuelas y las calles. Pero nosotros mismos y nuestros hijos somos vulnerables a lastimaduras y dificultades imprevistas. Condenarnos por la falta de control no tiene sentido. La influencia que podemos lograr cuando enfrentamos estas condiciones de opresión o de tiempos difíciles en la salud reside en nuestra habilidad de organizarnos con los otros para hacer lo que sea necesario, CON MUCHÍSIMA AYUDA.
  • No tenemos control sobre el comportamiento de nuestros hijos. Tenemos una profunda influencia sobre ellos. El cómo amamos, achuchamos y tratamos a nuestros hijos, los afecta en cada momento, y por el resto de sus vidas. Pero nuestra influencia no implica que podamos ejercer control sobre lo que piensan y sienten. Ni tampoco quiere decir que un niño cuyo comportamiento es difícil venga de un padre que no este intentando lo suficiente, o que no esté haciendo las cosas correctamente. Nuestros hijos están sujetos a dificultades a causa de circunstancias más allá de nuestro control – su salud, accidentes, encuentros inesperados con personas que no los cuidan bien, una gran cantidad de estrés en nosotros, incidentes imprevistos atemorizantes. Cuando los niños son lastimados por este tipo de circunstancias, su comportamiento refleja sus miedos y puede percibirse como “difícil”. ¡Pero esto no es culpa de los padres!. Es más, este comportamiento “descarriado” es necesariamente una señal que el niño nos da de que ha sido herido y necesita de nuestra atención. Independientemente de lo “difícil” que pueda ser su comportamiento, nosotros como padres, podremos estar agradecidos que nuestro niño no quiera sufrir en silencio cuando se siente demasiado aislado, asustado, o enojado para pensar.
  • En lo inmediato, a veces no tenemos control sobre nuestro propio comportamiento. Uno de los grandes shocks al ser padres es encontrarnos gritando o lastimando a nuestro adorado hijo, cuando nunca tuvimos la intención de hacerlo. Hay cosas que ellos hacen que nos sacan de nuestras casillas (gimotear, pelear entre sí, decir palabrotas, hablar mal de nosotros cuando estamos tratando controlar la situación). Cada uno de nosotros tiene sus propios umbrales de resistencia que, cuando son rebasados, nos hacen perder el poder sobre nuestro propio comportamiento. Normalmente, nos convertimos en algo parecido a nuestros padres cuando perdían el control de sus reacciones.
  • Finalmente, no tenemos absoluto control acerca de lo que otras personas sienten acerca de nosotros o nuestros hijos. Nosotros los padres, tratamos mucho de que nuestros hijos cumplan con un estándar no escrito de “avenencia” con los otros, esperando que si ellos “ actúan correctamente”, van a gustarle a la gente. De hecho, vivimos en una sociedad en donde a los que ya crecieron, se les enseña a ver a los niños como “problemas”, “dificultades”, “trabajo extra”, “estorbos” y más. Este entrenamiento está bastante extendido, y no importa cómo se comporte el niño, esas actitudes permanecen bajo la superficie en muchas personas. Nosotros como padres necesitamos decidir, por el bien de nuestros niños, no atacarlos para complacer a los adultos que solo aceptan a los niños si actúan como adultos. Ni el mejor comportamiento de un niño puede curar esta clase de actitud hostil. Así que si tu hijo está teniendo una saludable rabieta delante de un familiar que explícitamente te demanda que lo sometas, puedes simplemente retirarte a otra habitación para manejar la situación, tomándote el tiempo que necesites. Ser severo con tu hijo a causa de la demanda de alguien más, no te ayudará a respetarte a ti mismo, no cambiará los prejuicios de los adultos en contra de tu hijo, y te pone en contra del niño a quien tú amas tiernamente.
Tomado de "Being “In Control” – The Possible and Impossible in Parenting", By Patty Wipfler

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